Cada minuto que pasaba se sentía más sola y aislada. Mil preocupaciones rondaban su cabeza, mil puertas y ninguna terminaba de cerrarse de una vez por todas. Mientras deambulaba nerviosa por la casa, encendía el móvil compulsivamente esperando alguna noticia, algo a lo que agarrarse para disminuir la ansiedad, pero sólo eran intentos de nada.
Sola, entre aquellas cuatro paredes de lo que para puertas para fuera era un hogar, se le caía el techo encima sólo de pensar lo que aún estaba por llegar.Qué lejos estaba de esa felicidad tantas veces soñada, qué cerca y a la vez tan lejos, qué triste y a la vez qué paz. Tantas veces echó la vista atrás para cobijarse en recuerdos que sólo le traían dolor al pensarlos, que se acostumbró a vivir en ese cuento ideal para todos menos para ella.

Jamás quiso pensar que se sentiría como un juguete roto, como un montón de ropa antigua y ajada que nadie quiere, al que todos pisotean, como un adorno más de una vida que se equivocó al elegir.
Se planteó tantas veces romper con todo, armarse de valor una vez más para ponerse el mundo por montera y salir adelante, que el miedo la paralizó sin previo aviso y no dio el paso adelante que necesitaba. No quería ni imaginarse la posibilidad de volver a empezar de cero con todo lo que eso suponía porque estaba cansada, estaba agotada de enseñar los dientes, se había rendido y esta vez para siempre.
Se dió cuenta que ese orgullo, ese ímpetu que la caracterizó toda la vida estaba demás en su presente, sólo quería estar tranquila, olvidarse todo y descansar de una vez por todas. Quería dormir, quería cerrar los ojos y rendirse a lo exhausto de su cuerpo, ya no le quedaban fuerzas ni ganas para levantarse una vez más, otra vez… para nada. Todo era para nada y ella lo sabía.
Demostró durante años su valía en todos los ámbitos de su vida, y todo ¿para qué? para sentirse abandonada, incomprendida, golpeada por la mala suerte siempre, sin descanso y sin misericordia.
Ya no podía llorar, se le acabaron las lágrimas junto con su alegría, se le apagó la sonrisa porque se fueron sus ganas y su ilusión por vivir, se quedó huérfana de sentimientos, abandonada a un futuro que no tenía ni quería.
Cada día una batalla que no quería luchar porque ya no le importaba ganar o perder, sólo quería descansar, sólo quería dormir, sólo quería escuchar el silencio en su cabeza, silenciar esas voces que la hacían parecer loca sin estarlo. Y cuando eso sucediera, cuando los fantasmas se alejaran, entonces tendría la paz que siempre buscó y jamás se puso en su camino.
Un día menos, pensaba, sólo me queda un día menos por sobrevivir.
Deja una respuesta