Pararse, detenerse en el mismo instante en que sabes que lo que estás escribiendo no tiene sentido ni calidad. Unas rimas forzadas sin ocurrencia ni gracejo.
Borrar, borrar, borrar,…
Retrocedemos en el futuro al instante del pasado en el que el presente nos marcaba con una X la casilla de la idiotez.
Borrar, borrar, borrar…
Empezar a mirar el viejo cuaderno abierto por la penúltima hoja con las ideas del mismo colorido que la página. Ya no hay nada que borrar, ya no quedan palabras que destruir ni bola de papel que lanzar a la papelera del olvido. Toca escribir sin manchar, con buena caligrafía y con una presentación acorde a las personas que lo van a leer.
Escribir, escribir, escribir…
Así, cada día, con más o menos fortuna, tratamos de ir elaborando el diario de abordo de nuestras vidas. Hoy han tocado nubarrones. Pronto saldrá el Sol en mi viejo cuaderno.
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