Una hostia, guantá con la mano abierta por valor de 10 años de condena…
Bueno, tal vez deberíamos poner los signos de interrogación a la condena porque se ahorra el bueno de Will Smith, el suplicio de poner buena carita ante un espectáculo agotador y súper aburrido como es la ceremonia de entrega de los Oscars o de cualquier premio de tal tipo.
Un acto, ¿desmesurado?, solo que en el lugar inapropiado le ha costado un castigo público y la mancha de su imagen, así como la crítica de una parte de la sociedad que aprovecha la más mínima para agarrar con fiereza sus segunditos de gloria.
Este que escribe, siendo el más gamberro a la hora de gastar bromas y que vive con una sonrisa en su cara, riéndose de sus propias hemorroides si hiciera falta, ve muy acertada la hostia no consagrada que le propició a Chris Rock porque si una cosa tengo clara es que los míos son sagrados.
Sí, sagrados, y además, ¿qué sabe el gracioso de Chris Rock por lo que está pasando Jada Pinkett con su problema? Tal vez improvisó y se le fue la mano, ¡vaya, como a Will Smith!, o tal vez estaba guionizado y la gracia no fue tanto como imaginaban…
Ella también podría haberse levantado y darle la misma hostia, repetimos, no consagrada, y que la hubiera inmortalizado, pero no, fue su marido el que lo hizo y no seré yo el que lo critique. Os aseguro que si yo soy Will Smith, aparte del moreno envidiado que luciría todo el año y la planta y la cuenta corriente y lo que no es corriente, de la que le doy tienen que poner otro presentador con dientes para terminar la Ceremonia.
Lo dicho, una década de castigo, Will…
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