Rebusco, y rebusco, y no encuentro nada. Aprieto y exprimo mi cerebro tratando de encontrar las palabras o una mísera idea que me haga dejar fluir, pero todo es inexistente.
Miro, pendiente, a mi alrededor. Examinando todos los detalles y tratando de observar los movimientos que me rodean. Disgrego los colores en todos sus matices. Los mezclo y los vuelvo a separar. Aparecen diferentes a los originales aún siendo idénticos en su origen.
Pero nada, no cambia nada. Sigo escuchando los sonidos de la naturaleza eclipsados por los ruidos de la rutina. Un pájaro cantando sobre una orquesta de bocinas frente a una luz verde, se vuelve insignificante.
Resulta incómodo no poder encontrarte, no poder disfrutar de un rato contigo, a solas y mucho más no poder atenderte como te mereces.
Mas si no llega y tú no apareces, poco más puedo hacer para reunirnos. Simplemente esperar a que llegue el momento de nuevo, como tantas veces.
Deja una respuesta