Detenido en mi camino, mantengo firme mi apuesta de escribir sobre lo que veo, lo que siento.
“La vida siempre la vida” que escribió el poeta…
Infancia multicolor, alegre, inocente y llena de vida y todo un camino que creemos eterno por recorrer y lleno de felicidad.
La vida, un recorrido que pensamos infinito, inacabable; una sucesión maravillosa de eventos maravillosos que duran hasta que te marchas, sin sufrimientos, sin problemas, sin recibos de la luz, sin necesidad de acudir a la gasolinera por más que ves a tu padre acudir a ella y maldecir los precios sin entenderlo.
La vida, una carretera que desemboca en otra aún mejor, hasta que entramos en una autopista sin peajes, sin límites de circulación y con asfalto recién echado.
La vida, un río caudaloso con la concentración ideal de oxígeno disuelto para que convivan especies exóticas que le aporten un colorido y una riqueza únicas.
Bendita inocencia que empuja feliz con una mochila de sus dibujos animados preferidos. Mochila que cambiará de tamaño, color y forma pero con la que cargaremos toda la vida.
La vida, eso que ese pequeño inocente pensaba que iba a ser idílico, platónico,…
La vida, la que él quería vivir con paso firme y cauteloso pero sin perderse una porque una sola es la vida que nos toca y mira, los tiempos son los tiempos, la vorágine del que crece y se hace adulto. Travesías que vuelan como si cabalgaras en moto, a galope, nada de trotes, con alas invisibles pero muy efectivas. Vuelas. Tal vez sea la aerodinámica de la vida…
Y cuando menos te lo esperas, ese pequeño babi y una perfecta raya al lado acompañado de ese inconfundible olor a Nenuco se vuelven mugre, mal olor y greñas que no dejan lugar a la duda. No era tan bonita esa llamada vida.
“La vida siempre la vida”… con su juego de colores, contrastes, matices,… alegrías y tormentos, plagado de decisiones que te llevan motorizado a un lado u otro de la historia.
La vida…
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