No hace mucho me paré a pensar cuántas personas en el mundo son asiduas a la lectura, o mínimamente, cuántas personas hay que les gusta leer ya sea un libro, un artículo, una breve reflexión… ¡Que levante la mano el que no lo sea! Si, al menos, estás leyendo esta pequeña reflexión te aplaudo y te doy las gracias por darle espacio a las palabras de esta lectora asidua, y casi infatigable, que aquí te plasma el panorama.
Recalco que, obviamente, no hablo de aquellas personas que leen tan solo un libro que les llame la atención cada mucho tiempo, ni tampoco del extremo en el que lees cual Alonso Quijano. Entendamos, por tanto, como lector asiduo a aquella persona que tiene habitualmente un libro entre sus manos y disfruta de la lectura del mismo, ya sea en formato impreso o digital.
La respuesta de Google es que estos lectores casi no superan el 40% a nivel mundial. Hay tanta creatividad que hace posible la creación de tantísimos libros, de índoles tan diferentes… Pero, ¿hay tan pocos lectores? Ahí es cuando ya me asaltaron todas las dudas, y la mayor de todas: ¿Por qué la gente no lee?
Desde que somos pequeños, en el colegio, nos instan a la costumbre lectora, pero, y reconozcámoslo, cuando somos niños tan solo queremos jugar con nuestros amigos a mil cosas diferentes, y no quedarnos en casa obligados a leer. Definitivamente, la lectura no es algo que se deba imponer por la fuerza. Creo que es esta una de las mayores amenazas para generar sanamente esta costumbre. Por no hablar de la manera en la que ésta nos puede ser inculcada, porque no es lo mismo que nos digan “¡venga niña, lee!”, a que nos digan “oye, ¿te apetece que leamos juntos lo que le pasa a Periquito en este cuento?”; es decir, la manera de comunicarse con los posibles futuros lectores. Muchos niños, desgraciadamente, pierden así el interés por leer. Sin ir más lejos, y aunque nunca me lo impusieron, este interés en mí, fue recuperado hace tan solo unos años, por lo que en mi vida hay un bloqueo lector de unos cuantos años a causa de la imposición por la simple imposición.
Actualmente también, y por desgracia, nos podemos encontrar a diario en redes sociales a personas que se ríen de las otras por leer y, para más inri, hacen galantería de su incultura exponiendo que «¿para qué voy a leer?». Pues no sé oiga, lo mismo para no soltar semejantes burradas, por ejemplo. ¿Cómo puede alguien disfrutar de ser un inculto? La sociedad se va al traste. ¿Por qué alguien se puede llegar a considerar mejor que otra persona por no leer? Claro que puedes saber de la vida y ser culto por otros medios, pero no perdamos de vista el medio lector del que hablamos en este caso.
Nos fijamos en la estructura de la sociedad y… ¡he aquí el quid de la cuestión!: La lectura no se valora porque al leer no se ve que la persona esté haciendo algo productivo. ¿La responsabilidad? La sociedad capitalista, en primera instancia. En segunda, las personas que pudiendo culturizarse a través de la lectura ni siquiera se lo plantean.
El tema del consumismo, aunque forme parte del sistema, va aparte, porque sabrá el Dios Momo cuántos libros tengo en la estantería para leerme…
¿Que leer no es algo productivo? A partir de ahora, los lectores os agradeceríamos que cuando nos veáis leer penséis que estamos con pesas en el cerebro. Que no sea una actividad física, bien es una actividad intelectual que requiere de paciencia, concentración, disposición a la lectura. ¡Y no voy a enumerar los múltiples beneficios de la lectura, porque si no esta crítica no terminaría nunca! ¿Que la lectura no genera nada? Que se lo digan a los múltiples paradigmas en los que constantemente se encuentra inmersa la población, la cantidad de estudios e interpretaciones que se pueden generar con la costumbre lectora y su reflexión postrera. Y que ya sabemos, psicológicamente, que si la de arriba no funciona, no funciona nada.Ya lo dice el dicho: MENS SANA in corpore sano. ¡Al turrón lector, que ya es hora!
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