Retomo una de las costumbres que me llevaron a pensar y esforzarme, creo, en ti. En mí.
Hoy vuelvo a coger un folio en blanco, sin más pretensión que dejar volar la imaginación y si queréis, luego analizamos el resultado. Cierto es que conforme mis dedos se desplazaban entre vocales y consonantes, la palabra ‘resultado’ ha sido de lo menos acertada ya que mi mente se ha intentado desplazar más rápido que mis dedos y se ha producido un colapso puntual que me ha impedido ser capaz de construir la propia palabra a la primera. O sea, el resultado no había sido el esperado.
No sé por dónde empezar, o más bien continuar porque estos escritos que, posiblemente a nadie le interesen, son así: conjunto de palabras que pueden o no significar algo. Y mucho es…
Me interrumpen y pierdo el hilo de la nada, como si ella misma requiriera un punto de concentración para que todo tuviera un principio, un final, pero sobre todo, un camino; una línea imaginaria que me sostiene mientras yo la sostengo a ella. Un cara a cara, un mano a mano que garantiza estas palabras.
Tal vez esto se deba leer por párrafos porque cada uno es como es, e incluso cada párrafo tiene su historia, su instante y aunque todo es una secuencia continua, cómo veis, no estamos llegando a ninguna parte. Ni el texto, ni yo.
Cayó la noche y de lo único que me acuerdo es del sol que me daba de cara en la carretera mientras llegaba al lugar desde donde escribo estas palabras. Tal vez la meta final era esa y no el punto final de este texto. Yo qué sé…
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