
Ya hemos llegado al acuerdo en anteriores capítulos de este serial que el tiempo es eso en lo que la vida pasa, a compás, -en fase, si hablamos de ondas- pero que por momentos, parecen tener un desfase no inicial que lo hace muy interesante en el divagar de este juntaletras pensador iniciado, novel y novato, al que le gusta invertir su tiempo en dejar por escrito todas estas reflexiones, pensando atrevidamente, -tal vez de un modo suicida- que alguien puede perder el suyo -hablamos del tiempo como si nos perteneciera- leyéndome.
Y regreso a la palabra para hacer de abogado del diablo, abrazar lo indefendible e incluso tratar de tallarlas en el diamante más perfecto. Todo en vano, solo por el placer de pensar y escribir e incluso contradecirme.

Llevarme la contraria me anima a rebuscar, me instiga en la intriga del a dónde podré llegar y qué conclusiones extraer. Y hoy, bajo la sombra de la sospecha y mirando a la mía a los ojos, me afirmo contundentemente en la necesidad de procrastinar. Sí, alguien que vive instaurado en la obligatoriedad de exprimir el tiempo, el suyo o el que cree corresponderle, y que se excita cuando ve que alguien se abandona aminorando su ritmo o simplemente cuando alguien no sigue el suyo hasta la extenuación diaria, hoy se coloca en el otro lado de la balanza, volcando todo su tiempo en defender que uno necesita abandonar los avíos, quitarse el mono de trabajo y dedicarse a la contemplación, aunque mañana haya que multiplicar esfuerzos para seguir sumando, pero hoy, hoy ver pasar las horas, ni lentas ni rápidas, al ritmo real, le han servido para comprender que no está bien, que tiene que parar, suspirar e incluso derramar alguna lágrima para volver a empezar.
Mientras, el tic no debe ser un adoquín pesado ni el tac ese martillo pilón que atormenta en su crepitar.
Abandonado a mi suerte, sin temor a no mirar el reloj, he visto el atardecer desde un balcón, cómo caía la noche sin más intención que la de respirar, volver a suspirar, permitir que los suspiros se acumulen sin esconderlos y ver mi alrededor moverse en otra dimensión llamada espacio.
