
Regresar a donde fuiste feliz es obligación, aparte de frase tan manida como recurrente y ambos epítetos son tal. Manido, muy manido y aún más recurrente y redundante.
No me pidan raciocinio cuando la razón me la quito constantemente en este lucha encarnizada entre mi cerebro y mi corazón, ambos dolidos, ambos complementarios, ambos en la misma dirección y sentidos contrarios y discursos contradictorios y todo eso, todo, en un batiburrillo tan manido, recurrente y redundante como el lugar en cuestión.
Asumo mis contradicciones con gusto tanto como que no consigan entenderme. Si no me entiendo yo, cómo voy a pretender que lo hagáis ustedes…
El más creyente de los ateos, el más pagano de los fieles devotos y a mucha honra. Capaz de discutirte en ambos sentidos dependiendo de con quién me halle. Capacitado para entender a unos y otros y posicionarme equidistante de los dos. Temeroso en casa, valiente en el acerado, titubeante en la certeza, certero en la duda.
Blancos y negros que se superponen matando todos los grises; pensamientos opuestos a diario, lógica que se impone al corazón, pulso encorajinado donde los sentimientos le ganan a la razón.
Anhelos y rasguños porque dicen, inmersos en el error, que el amor duele y no, eso es desamor.
Lo tuyo y lo mío no tiene explicación; lo básico que se dice pero que en esta ocasión, es realidad a la que agarrarme, hasta que vuelva a contradecirme.

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