El titular fue la primera impresión que me dio el partido cuando ni siquiera había marcado ninguno de los dos equipos y viendo cómo se iban sucediendo los hechos, más me reafirmaba en ello.
Dos equipos andaluces, actualmente dos equipos mediocres, muy mediocres. Uno, el último y sin ganar un solo encuentro en Liga, el otro, decimocuarto y con una nueva demostración de que sobra el 85-90% de los jugadores de la plantilla.
El partido se presentaba para los de Nervión entre la obligación de ganar porque el Almería es muy malo y además está en una tendencia imposible de levantar y la ley urbana sevillista de resucitar a los muertos. Y así, ni una cosa ni la otra…
Otro partido con los mismos, con Ocampos de carrilero zurdo y Navas por la derecha y ningún cambio y justo eso: ningún cambio. Cuando la motivación de ganarle a “un grande” está el equipo está conectado y concentrado y cuando no, lo de anoche: indecisiones, escasa puntería, despistes y errores en defensa, mala posición del centro del campo y un portero del montón malo que nos sigue pareciendo decente por comparación.
Quique tiene su equipo base, el que hay, sin refuerzos externos de invierno y con Ramos atrás tratando de tirar del carro junto a Kike Salas, con Badé a ratos, sin Navas que ya se acabó, sin Pedrosa por decisión técnica y con un Soumare que se pierde jugando por delante sólo porque NO es mediocentro defensivo.
Oliver lo de siempre, un Sow que no termina de encajar en el equipo y En Nesyri fallando lo de siempre. Así es imposible en la mayoría de las veces incluso queriendo; sin querer competir como anoche, imposible.
El Almería, a ratos, parecía un equipo Champions y en su gran mayoría, un equipo de La Liga Hypermotion y entre unos y otros, dos fallos claros por cada lado y aprovechados por el rival que se convirtieron en los cuatro goles del partido. Entre medias, pérdidas y más pérdidas… Lo que viene siendo un partido de solteros contra casados y reparto de puntos.
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