
ACTO NUEVE
En el sueño le abrazó, imaginando sentir que de alguna manera, estaba a salvo, aunque su corazón acelerado busca la luz y la halla apenas delimitando la cercanía de la criatura. Sonríe porque su creador no le ha abandonado.
Lya se levanta del lecho y se incorpora con una tranquilidad temprana, característica de él siempre, se talla los ojos y observa que la única luminiscencia que les cobija son las llamas de las velas. Siempre le han gustado las lámparas escarlatas y las lucecitas que siempre compra en días festivos.
Su movimiento apenas y logra mecerse en el resto del lecho, sus pequeños y blancos dedos viajan por la textura hasta llegar a la boca de su creador, quiere despertarle pero sus dedos arden.
Observa su blanquecino índice y lo lleva hasta un pequeño rayo de luz y así lo observa, tiene sangre, le ha lastimado sin querer pero aun así, el cervatillo, le toca con sus dedos la enorme cornamenta, explorándole, está conociéndole de alguna manera y esa corteza es la más atractiva que ha visto jamás y le emociona estar cerca de un ejemplar tan gallardo.
Le mueve, instándole a despertar, quiere salir a jugar aún mientras la luz no se oculta y sí, también quiere comer y compartir vivencias con quien es su creador.
