
Daniela estaba contentísima cuando su novio le dijo que le iba a regalar un diamante de un quilate. Creía que sería una piedra grande, hermosa, valiosísima. Su decepción fue descomunal cuando vio un pequeño cristal de cero coma dos gramos engarzado en un anillo. Ahí rompió el noviazgo.
Calila
…y es que no se puede comparar, mas me es inevitable. Ni el más puro y precioso quilate alcanza a rozar una belleza sin igual. Tímidamente, incluso sin saberlo, no tienes rival. Desenfrenados rasgos que a tu paso hipnotizan. Tan solo déjame seguir contemplándote…
Patricia Delgado
I
Maldito oro, culpable de perdernos instantes de muchos quilates.
II
Siguiendo el mapa del tesoro
Tratando de alcanzar los lingotes
Descubrí que el mayor de todos ellos
No era el cofre con el oro
Si no vivir el camino y pisar el mismo suelo.
III
Amigos de 24 quilates. Fin.
Juanma García
En esta sociedad, el alma vale menos que un quilate. Brillamos en vitrinas digitales mientras se empañan los valores. Aplaudimos lo superficial, coleccionamos apariencias, olvidando que lo auténtico no siempre reluce. El mercado cotiza oro; la conciencia, en cambio, ni se menciona.
Nemesio Laverde
I
No buscaba joyas, pero él le hablaba como si cada palabra tuviera un quilate. La hacía brillar sin tocarlas, y aún así, ninguna joyería supo venderle algo parecido.
II
Tenía el anillo perfecto: un quilate de promesas rotas. Lo devolvió al joyero, no por falta de brillo, sino por exceso de mentiras.
Anita
«Y ella dijo: Una botella vacía, de 2 l. de Cocacola, pesa un quilate…»
La Renacida
Tu sonrisa vale oro…de 24 quilates.
Ángel Salgado I
Poco me parecen 0,2 g de algo, pero todos presumen de los quilates que tienen.
Ángel Salgado II
Lo cambiaría todo por tener tu mirada fija en mis ojos.
Ángel Salgado III