
DÍA
Se fugó entre las manos, mientras observaba el atardecer a orillas del Atlántico. El sol, debil acompañaba sus ojos, los que reflejaban la universalidad de la naturaleza en plenitud. El día mutó en noche y los seres divinos giraban en su mente. El silencio lo conquistó y solo quedó dormido hasta el día siguiente.
HOY
En el crepúsculo de la soledad, el vacío se adueña del interior del alma.
Los árboles en el desierto despiertan la noche que no es.
Las estrellas se ausentan del mismo cielo oscuro. Los rayos son misteriosos, cómo la aurora boreal y los caminantes del cielo viviente. Caminantes de ojos ausentes que se transportan con la levedad de su ser, flotando en una atmósfera espacial.
Los transeúntes de arriba son testigos y jueces de las múltiples y desgarradoras calamidades de los sobrevivientes de abajo.
