
I
Fuente de caprichos, del barrio de toa’ la vida.
Portador de noticias de cada día.
El nuestro, el de confianza: el kiosko del barrio, con sus aspitos y revistas.
El kiosko, lugar de nuestra infancia.
II
En el kiosco de infancia, cinco duros brillaban bajo el sol. Un helado, risas y promesas de eternidad. El tiempo, sin embargo, ya se había ido.
III
Aquel sol de verano, bicicletas preparadas y 5 duros a compartir. Cada uno quería un helado. Discusión servida pero al fondo la mar en calma. El kiosco, ahora vacío, guarda el eco de aquellas risas infantiles.
Rocío C Gómez
Aquella esquina siempre fue un tanto solitaria, más allá del pequeño kiosco, no había nada que observar… Las revistas de colores siempre llamaron mi atención, así que ese era mi punto final cada mañana.
Manuela Sánchez
Añoro los tiempos analógicos, cuando, los fines de semana, bajaba temprano a comprar la prensa al kiosko de la señora Mari y me entretenía dando un repaso al vecindario. Sus chismes estaban tan al día como los del periódico. Además tampoco tengo ya con qué envolver los bocadillos del almuerzo.
Calila
Los ojos le hacían chiribitas, con tanta chuchería ahí, expuesta. Era fascinante ver sus caritas desde el otro lado. Para ellos el kiosco era pura golosina. El tiempo se paraba, la indecisión formaba colas, pero que nadie se colara, llegaba por fin mi turno.
Patricia Delgado
Tardes enteras con un paquete de pipas, una litrona y una buena charla. Sin tapujos ni wassas.
Ángel Salgado I
Deseando recibir la paga de la abuela para ir con mis primos y hermano a comprar al kiosko del barrio.
Ángel Salgado II
La mirada fija en la cristalera de chucherías…
Ángel Salgado III
Quizás ahora no entiendan,
porque lo tienen todo.
La ilusión porque te atiendan
al comprarte un polo.
Ángel Salgado IV
Me ha costado más escribir hoy, que comprar el último kilométrico de boomer.
Ángel Salgado V