
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén. Buenos días mi Nazareno, aquí estamos. Si no te lo cuento, no te lo crees. Esto está aquí ya.
He visto el cartel, ya sabes, el de Capirotes. Me lo ha dicho Encarnita, la del cuarto. No digas nada, lo sé. Es la antesala de lo que tiene que venir, al menos, eso dicen.
Si supieras que bonita está Sevilla. El cielo lleva unos días empañao, pero ya cogerá su color, ese que te gusta tanto, que lo sé yo. El incienso en la calle Córdoba me ha acompañado durante todo el caminito hasta llegar aquí, de verdad que no exagero, mi Nazareno.
Perdona si no te he prestado atención, vengo aquí y te suelto mis cosas, no tengo perdón de Dios. Y ahora cuando me he serenado un poco y te veo ahí. Pero que divinidad. Un altar de culto hecho a conciencia, a tu medida, como solo tú mereces. Tu rostro, tus hechuras, tu cruz, esa cruz.
Resulta que el otro día, mi nieto me puso a la orden del día. Dice que le preguntó a Siri, una amiga suya, que le contara el por qué llevas la cruz al revés, o simplemente, no como otros. Yo le dije que a mí no me hacía falta Siri, le dije que tú eras especial y punto, que tú no tienes na que ve con nadie, pero mi niño me contó que tu imagen divina representa el momento justo en el que te dan la cruz y tú la tomas sin más, para luego cargarla ante el monte Calvario. En fin, creo que son chiquilladas, quieren saber más que nadie, tú sabes, ahora con los años, vienen a nosotros a contarnos milongas, en fin.
Eso sí, me encantó cómo describía esa cruz tan bonita, espera Nazareno, no te rías, que me sale si lo digo de carrerilla: “cantoneras de plata labrada entre planchas de carey”, creo que lo he dicho bien, qué categoría, a estas alturas mi Señor. Aunque yo no necesito tanta palabrería, es perfecta, como tú. Porque a mi sólo me basta mirarte y los dos nos entendemos, lo sé. Día sí y día también, sacaré mi pañuelo y más de una lagrimilla echaré, día sí y día también, y santas pascuas.
Por cierto, tengo que ir arreglando la capa del niño, tú sabes, los bajos, que luego se echan encima los días y nos coge el toro.
Y de la cocina ni hablemos, ya compré en casa Manolo el bacalao, es el mejor con diferencia, que se deje de rollo, Paquita, ni mijita, no es el mismo. Y las torrijas las tengo también, que no se diga. Ayer compré la miel, que es lo que me faltaba.
Hoy las dejaré reposar, con su trapo limpito echado por encima, ya sabes que el pan de un día pa otro es lo suyo, para que luego empapen. No es por nada pero me salen la mar de bien. A Encarnita no le salen como a mi. Eso entre tú y yo.
Bueno, tiro ya para casa. Qué haría yo sin estos ratitos, Nazareno mío. A veces pienso que me desahogo contigo, con todas las cosas que tendrás tú encima. Pero ¿sabes? Te necesito y mucho. Tu presencia me da compañía, no, no estoy loca, sé lo que me digo. Y cuando llegue la madrugá y dobles esa esquinita, entre tanto silencio, distinguiré el tuyo, me mirarás a los ojos y sin palabras, ya todo estará dicho, todo…
Mañana más. ¡Pero que bonito eres! ¡Silencio, Silencio, Jesús Nazareno!
