El Real Betis Balompié atraviesa uno de los momentos más oscuros de la era de Manuel Pellegrini. El equipo, desprovisto de identidad y con una apatía que se extiende a cada línea del campo, afrontó en el Narcís Sala un duelo que, sobre el papel, debería haber dominado con solvencia. Enfrente estaba el UE Sant Andreu, un equipo de Segunda Federación que jugó el partido de su vida en un escenario diseñado para el drama: un campo de césped artificial, una afición entregada, y la presión de medirse a un rival de Primera División. Todo par
La alineación inicial comenzará desde el inicio. Pellegrini apostó por una vez experimental, destacando la presencia de Ricardo Rodríguez como mediocentro, una posición completamente ajena para el suizo. Este movimiento no solo mostró la escasez de opciones del equipo por las lesiones, sino también el desconcierto táctico en el que parece sumido el técnico chileno. El gol inicial de Chimy Ávila, un destello aislado de calidad, fue un espejismo en un partido marcado por la falta de control, la desconexión en el mediocampo y un equip
El Sant Andreu, lejos de intimidarse, aprovechó las dudas del Betis para crecer en el partido. Ricardo Rodríguez, desbordado en su nueva posición, perdió la marca en el gol del empate. Los locales, con más corazón que calidad, encontraron grietas en un sistema defensivo que no mostraba jerarquía ni autoridad. El Betis, por su parte, parecía un equipo sin brújula, sin la intensidad necesaria para imponerse a un rival claramente inferior en lo técnico. La falta de VAR en esta fase del torneo también jugó un papel importante, ya que un polémico penalti transformado en rechace por Bartra marcó la diferencia.
La apatía del Betis es alarmante. Este equipo, que en 2022 levantó la Copa del Rey, hoy se arrastra por los campos, mostrando una versión lejana a aquel campeón. Los jugadores clave están muy por debajo de su nivel, y las lesiones han obligado a futbolistas de menor rol a asumir responsabilidades para las que no estaban preparados. Este cóctel, combinado con la falta de ambición en el juego, ha creado una tormenta perfecta que amenaza con dejar al equipo fuera de los objetivos marcados al inicio de la temporada.
Aun así, la falta de VAR y un arbitraje permisivo salvaron a los de Pellegrini de un desastre mayor. El Betis sigue vivo en la Copa del Rey, pero la sensación es que más que ganar el partido, lo sobrevivió. Este no es el Betis que la afición espera, y los constantes tropiezos en competiciones nacionales e internacionales solo alimentan una narrativa de declive que comienza a ser difícil de ignorar.
En el horizonte, la llegada del mercado de invierno es una oportunidad ineludible para Pellegrini y la directiva de reforzar un equipo que necesita urgentemente profundidad y calidad en ciertas posiciones clave. Pero más allá de los fichajes, el equipo debe recuperar su espíritu competitivo, esa chispa que hace poco lo llevó a la gloria. Sin esa transformación, partidos como el del Narcís Sala seguirán siendo la regla y no la excepción.