Esos, con los que acabo de toparme en mi pasear nocturno, esos que hoy desechas y sustituyes, por suerte, por otros de más calidad, más bonitos, posiblemente más valiosos en lo económico…
Esos cajones que hoy ya no te sirven han guardado miles de secretos, de suspiros, de pucheros lavaos…

Esos cajones guardan en sus entresijos más íntimos las migajas de ese bollo de pan duro entre cucharillas de café, tenedores y cuchillos de untar. Esos bollos que te dieron la vida y que entre sonrisas y muchas lágrimas era el sustento de los más tuyos.
Hoy los abandonas y sin duda es un paso al frente, un paso con peso en el piso, poso que puso en tus manos la posibilidad de hoy sentirte mejor, realizado, huyendo de un pasado difícil.
Esos cajones deben servirte para escapar de banalidades, de estrambóticas apuestas, de movimientos en falso y de creencias erróneas que te lleven a no menos erróneos lugares y posiciones en suelos que se desvanecen cuando castillos en el aire.
Recuerda siempre el día que los abandonaste y echa la vista atrás y piensa siempre de dónde vienes. Te ayudará a afrontar las nuevas realidades del día a día con el prisma adecuado.