
Tu acento te delata, y no es que sea yo un experto lingüística, pero algo del pasado me da licencia para juzgar. Al fin y al cabo, fueron cinco años de relación intensa.
Todos saben que te añoro, que una parte de mí sigue viviendo contigo, con la mente puesta en tu manera de ser, tus costumbres y en muchas de tus cosas que tanto me gustaron y enamoraron de ti.
Mentiría, y no tengo edad ya para ello, si no dijera que una parte de mi persona se quedó defraudada con la decisión que tomé, y que todavía no me la perdona. A veces, hasta se me escapa que por mí, seguiría contigo y no hubiera cambiado tu dulce frialdad por aquella acogedora y cálida fragancia.
Seguro, que alguien se sentiría más orgulloso de mí por eso, pero sería entrar en terrenos pantanosos y no estamos para esos menesteres.
Cuando partía hacia nuestro reencuentro, con la sonrisa nerviosa y algún escalofrío, escribí: «Aunque seas el norte del que antes era mi sur, tengo ganas de conocerte y aunque no espero nada, añoro y deseo reencontrarme con todos esos recuerdos vividos en el que ahora es mi norte.»
Ahora, ya de vuelta y con el frío de tu cuerpo de nuevo en el mío, defiendo a ese yo, que todavía sigue prendado de ti. Ese mismo que sigue molesto por permitir que lo nuestro durase tan poco.
Al fin y al cabo, solo fueron cinco años de relación intensa…
