
El Betis llegó a Vallecas con la mochila cargada de ilusión y la calculadora en la mano. Quedaban tres partidos y, aunque las opciones de meterse en Champions eran más bien un acto de fe, el equipo de Pellegrini no estaba dispuesto a rendirse tan pronto. Pero claro, el fútbol no entiende de sueños si no los acompañas de fútbol, y el primer tiempo del Betis fue cualquier cosa menos eso. El Rayo salió con el cuchillo entre los dientes, apretando arriba, ganando duelos, y con una intensidad que hizo parecer al Betis un equipo que había salido a pasear por Madrid en lugar de jugarse media temporada.
Lo cierto es que el primer gol rayista fue una mezcla de potencia, despiste y falta de reflejos. Pedro Díaz soltó un latigazo desde fuera del área, Adrián tocó lo justo para que el balón diera en el larguero, pero ahí apareció De Frutos con la cabeza para empujarla como si fuera el entrenamiento más sencillo del mundo. No fue culpa del destino, fue culpa de no estar atentos. Y cuando el equipo todavía se estaba sacudiendo el golpe, llegó Lejeune con una falta directa que se coló por el palo del portero como si alguien hubiera apagado las luces en la portería. Segunda bofetada. Al descanso, el Betis se iba con un 2-0 en contra y la sensación de que Vallecas se les venía encima.
Pero este Betis, con todo lo que se le puede criticar, tiene algo que no siempre se compra con millones: orgullo. En la segunda parte, sin Sabaly (lesionado del hombro) y con Lo Celso en el banquillo por molestias, el equipo reaccionó. Pellegrini tiró de lo que tenía, y entre Abde, Fornals e Isco empezaron a aparecer señales de vida. Ya no era un equipo a la deriva, ahora sí peleaban, apretaban y buscaban espacios con sentido. El empate fue más que justo por lo que se vio en ese segundo tiempo. Lo buscaron con fe, y aunque no dio para la remontada, al menos sirvió para rascar un punto que certifica lo importante: el Betis jugará en Europa la temporada que viene.
Eso sí, el sabor es agridulce. Porque cuando te ves tan cerca, aunque sea de lejos, de algo tan grande como la Champions, el empate sabe más a pérdida que a logro. Pero siendo sinceros, y viendo cómo se empezó el partido, el punto en Vallecas no es del todo malo. El problema es que este equipo tiene potencial para más, pero a veces le falta continuidad, seguridad atrás, y un poco de esa mala leche competitiva que sí tuvo el Rayo en la primera mitad.
Lo bueno es que el Betis sigue ahí, sigue en la pelea por estar entre los grandes de Europa, aunque sea desde la segunda fila. Con un proyecto estable, una idea clara, y jugadores que, cuando conectan, son capaces de ofrecer un fútbol de quilates. Quedan dos jornadas para cerrar la temporada, pero este empate, aunque no brille, deja claro que el equipo no se cae tan fácil. Y en este fútbol de hoy, tan rápido y volátil, eso ya es decir bastante.
