Las alas, mis alas.
Quedándose sin plumas a cada movimiento.
Ser una ángel no era fácil.
Primero, hay que ser atractiva físicamente.
Después, tener buen carácter.
Sonreír, saber tocar un instrumento (preferiblemente de cuerda o viento), ser etérea, paciente,… un coñazo, vamos.
Y si reúnes todos los requisitos, hacer cola para que te asignen a una recién nacida o un recién nacido y empezar a hacer el trabajo para el que se te creó.
Y, entonces, te toca rezar… rezar un montón para que no te toque el hiperactivo, el gracioso o el listillo.
Sí, se reza para que te toque alguien tranquilo, que no tenga vocación de paracaidista o de escalador de los «ochomiles».
Pero si tus rezos no dan resultados… se te empiezan a caer las plumas.
¡Eeeeeexacto!
¡El estrés!
Y entonces, queridos amigos, hay que gastarse la pasta.
Masajes para tener buena circulación, aceites para suavizar la piel, secadores especiales que no quemen el plumaje…
Todo para parecer el ser ideal y perfecto que todos os imagináis cuando escucháis la palabra ángel.
Entre nos….: Yo ya estoy harta.
Estoy en conversaciones con los chicos de «abajo» para cambiar de trabajo.
Con mejores condiciones laborales.
Y las cosas prometen, mucho.