El Real Betis protagonizó anoche una de las actuaciones más bochornosas de los últimos años al caer 5-1 frente a un FC Barcelona que, sin necesidad de emplearse a fondo, arrasó a un equipo que parece haberse rendido antes de jugar. Lo que debería haber sido un duelo digno de octavos de Copa del Rey se convirtió en un monólogo azulgrana, ante un Betis que ni está, ni se le espera, ni parece importarle a nadie dentro del club.
La humillación de anoche no se entiende sin analizar el desastre que es hoy la planificación deportiva del Betis. Con el mercado de invierno abierto, las únicas «operaciones» han sido las salidas de Assane Diao y Rui Silva, ambos con plusvalías que engrosan las arcas, pero vacían un equipo que ya de por sí estaba debilitado. A estas alturas, ni un solo refuerzo ha llegado a Heliópolis. Ni uno. El mensaje es claro: la directiva prioriza el dinero sobre el rendimiento deportivo.
A esto se suman las bajas de peso como Lo Celso, Chimy Ávila, Bellerín, William Carvalho y Marc Roca, dejando a Pellegrini con un once repleto de parches y con un banquillo que parece más un acto de caridad que una plantilla de primer nivel. El técnico chileno, lejos de alzar la voz por la falta de recursos, sigue instalado en su discurso plano, justificando lo injustificable mientras el equipo se hunde.
El partido comenzó como terminó con el Barça en modo paseo y el Betis en modo espectador. Gavi apenas tardó tres minutos en abrir el marcador tras una jugada que dejó en evidencia a una defensa verdiblanca contemplativa y a un equipo sin alma. A partir de ahí, el partido fue un rondo interminable del Barça, con el Betis incapaz de dar tres pases seguidos o de plantear una mínima resistencia.
La primera parte terminó 2-0 gracias a un golazo de Koundé, que aprovechó la inoperancia defensiva para fusilar a Vieites, un portero joven que, aunque no tiene culpa de haber sido lanzado a los leones, no estuvo a la altura. Lo más alarmante no fue el marcador, sino la actitud: sin intensidad, sin ideas y sin ningún atisbo de orgullo.
El Betis amagó con presionar algo más al inicio del segundo tiempo, pero todo quedó en un espejismo. En apenas unos minutos, él Barça marcó tres goles más: Raphinha, Ferran Torres y Lamine Yamal se sumaron a la fiesta, con una facilidad insultante. Cada pérdida bética era una ocasión azulgrana, y cada ataque verdiblanco era un intento fallido que reflejaba la impotencia de un equipo roto.
El penalti transformado por Vitor Roque en el minuto 84 fue un simple trámite que ni siquiera sirvió para maquillar el desastre. El 5-1 final es un resultado corto para lo que se vio en el campo. El Barça pudo haber doblado la ventaja sin ningún esfuerzo adicional.
Manuel Pellegrini, un técnico que hasta hace poco era intocable, se ha quedado sin respuestas. Su discurso de que «el Betis está en tres competiciones» ya no se sostiene. Su incapacidad para exigir refuerzos o para plantear alternativas tácticas es tan preocupante como la apatía de los jugadores.
La derrota de anoche no es solo una eliminación de Copa; es un aviso de lo que está por venir si no se toman medidas urgentes. El Alavés, próximo rival en Liga, debe estar frotándose las manos. Mientras tanto, la afición, esa que siempre ha estado con el equipo, empieza a perder la paciencia.
El Betis no solo necesita fichajes, necesita una revolución. Si no, lo que hoy es una humillación en Copa podría convertirse en una temporada para el olvido. ¿Escuchará alguien en el club el grito de alarma? Por lo visto hasta ahora, parece que no.