
Perdonen la osadía de este novato aprendiz que cada día trata de juntar palabras nuevas sin caer en la redundancia y se atreve a comenzar esto que puede llamarse relato o artículo con un don que jamás alcanzará. Sí, Juanma, sí, ni acabando esos dos libros que tienes iniciados. Tres. Asúmelo.
Retomo estas palabras semanas después, y ya no me acordaba de que andaban por aquí. Aún así, nada ha cambiado en mi escribir.
Ya es otoño, aunque el verano se aferra a nosotros y se niega a marcharse y las hojas deben caer para dar paso a otras nuevas, otras ilusiones, otros momentos por vivir y no hay manera. Y cuando el invierno le pise los talones al otoño, y a este verano eterno, me entrarán las ganas de escribir otras historias mientras degusto un café al abrigo de una bufanda pensando que mañana, volveré a coger el bañador que guardé antes de ayer.
Y llegará enero y llegará febrero y mis palabras se llenarán de carnaval, de letras inimaginables y de protesta social. Y volveré a escribir sobre Juan Carlos y ya empezaré a mirar a marzo porque el Dios Momo no se ha quemado y ya pensamos en la Cuaresma y en ese Viernes Santo.
Y te escribiré de las primeras veces de Sara, de sus primeros días de guardería, de los churretes de Adela al salir del comedor. Y volveré a escribirte de lo que imaginas, de ese sin vivir que me permite vivir y sonreír pero avisando que me quema.
Y no quiero olvidarme de noviembre y de esas palabritas que se escaparán para Ella porque es la virgen de los míos, de la mayoría.
Y llegarán las sevillanas, y llegará el Corpus, el Rocío y las calores primeras.
Y volveremos a cerrar ciclos para abrir nuevamente los nuevos, que a su vez, son los mismos que hoy dejamos atrás porque la vida, siempre la vida, es una rueda que no se detiene y a este escritor estacional, le cuesta escribir de pasado mañana.
