He de reconocer que nunca tuve paciencia para puzzles, cubos de Rubik ni para intentar, sin inventar, un sudoku nivel 0. Tampoco es que sea muy paciente para todo lo demás…
Sin embargo, ya hay dos cositas en el mundo que sacan de mí al Job que llevo dentro, rozándole la santidad y con la mayor y más orgullosa de mis sonrisas.
Hace pocos segundos, minutos, horas, un día y muy poco… llegó al mundo un pequeño led que viene a darle aún más luz a mi vida, a completar ese puzzle vital que me ilumina el camino, siendo motivación extra constante en el esfuerzo de ser mejor, más constante si cabe y más bueno y sensible de lo que era hace tres días.
En aras de la verdad más verdadera, Sara viene al mundo para ser y para siempre, la pieza más pequeña de ese puzzle de tropecientas mil piezas que después siempre se pueden contar con una mano. O con las dos…
El llanto más agresivo ha sido el primero, el que daba comienzo a la vida porque hasta ahora, la tranquilidad y tu carita redondita mandan en ti.
Me dicen que desde el martes a eso de las diez de la noche tengo una sonrisa diferente, especial, aún más grande y aunque no eres mi primer pañal cambiado, ni mi primera noche en vela, prometo hacer de las tuyas, de todas tus primeras veces, las mejores y más recordadas. De eso me encargo yo, tu mami y el torbellino que te ha tocado cerquita que te va a exigir ser más y mejor aún más pronto que lo fue ella porque será el espejo donde mirarte, la mano pequeñita que guiará tus primeras caídas, tus primeros pasos y seguro, tus primeros enfados…
Se acabaron las manos que dar porque las dos están ocupadas. Aquí tu lazarillo eterno, el cicerone que te ayudará a vivir junto a los que nos quieren. A los que ya te quieren… dispuesto a ser tu rey león y rugir bien fuerte por mi manada y mi pequeña leoncita.
Bienvenida al mundo, Sara. Desde este martes, el mundo, ese maldigo mundo que te va a tocar pisar y taconear bien fuerte, es mucho mejor.