Mamá tenía la costumbre de usar el retrovisor para pintarse los labios en el semáforo, y papá para anudarse la corbata. Lo necesitaban poco para conducir. El día que el espejo apareció hecho añicos, tuvimos que llamar a un taxi. Ninguno se atrevía a llevarnos al colegio sin el último toque.
Calila
Miré mi reflejo, pero no me reconocí…
Intenté entrecerrar un poco los ojos, haciendo un esfuerzo para detallar bien la figura que se encontraba frente a mi, a pesar de estar a corta distancia no comprendía lo que veía…
Acerqué mi mano lentamente para descubrir que el espejo estaba hecho añicos, tal como me había sentido después de tu partida.
Manuel Sánchez
La decepción arrasó por momentos. Dejó huella y lastimó, cual espejo hecho añicos. Pero toca recomponerse, amontonando los pedacitos y dándole forma para que encajen. Habrá grietas, pero nadie las notará, solo yo…
Patricia Delgado
Espejito, espejitoooooo…
Ángel Salgado I
No sé si me dio más pena ver cómo se rompía el espejo o saber que nunca más veré reflejada en él tu juguetona sonrisa mientras me mirabas.
Ángel Salgado II
Un día lo tienes todo y al otro ya solo quedan añicos de lo que fue y desapareció por un maldito instante de desconexión.
Ángel Salgado III
Huir de ti por los complejos,
sin querer saber de tu reflejo.
Mirando a escondidas los espejos,
para vivir mientras te haces viejo.
Ángel Salgado IV
I
El espejo roto, cielo estrellado caído, donde cada fragmento disperso refleja un instante perdido, yacía en fragmentos irregulares, esparcidos como recuerdos destrozados. Cada trozo, una mirada incompleta al pasado, reflejaba sombras de promesas incumplidas.
II
Frente a ese espejo hecho añicos encontrado en la calle, ella contempla su reflejo donde cada grieta anuncia y denuncia la fragilidad de la belleza efímera, como si el cristal, incapaz de sostener tanta perfección, sucumbiera ante su propia imposibilidad de eternizarla.
III
En su reflejo, innumerables misterios guardaba,
Siluetas muy evidentes el cristal mostraba.
Pero al destrozarse, mi suerte cambió,
Ecos de oscuridad el alma arrastró.
Junto a los cristales, el destino se rompió,
Oscura profecía en mi cuarto quedó.
Anita
La juventud, como un espejo roto en mil pedazos, hecho trizas, refleja sueños fragmentados y esperanzas dispersas. Cada trozo brilla distinto, único, mostrando una versión distinta de lo que podría ser, pero al intentar unirlos, nunca encajan. La imagen completa nunca volverá, y en los cantos afilados, la mayoría se corta, desangrándose mientras siguen buscando quiénes son.
Nemesio Laverde
I
¿Mala suerte? Mala suerte para el dueño del espejo que tiene que comprar otro espejo y al pobre niño que sin querer, jugando, se pueda cortar con un cristal.
II
Déjense de supersticiones… el espejo se rompió simplemente porque se cayó. Nada tiene que ver que pasé por debajo de la escalera del pintor de la fachada del vecino, ni que se me cruzara un gato negro y mucho menos que haya perdido mi herradura.
Pamplinas…
III
Tal vez todos deberíamos ser espejo roto para tener decenas de visiones diferentes de la misma realidad y así sacar una buena conclusión.
IV
Tal vez todos llevamos dentro un pequeño espejo roto que escondemos en nuestra mochila…
V
Tal vez el espejo era la cara del alma.
VI
Nunca me gustaron los puzzles… Lo siento espejito.
VII
Aún así, el espejo sigue diciéndole a la bruja quienes son las dos niñas más guapas del reino.
VIII
¡Espejo, espejito mág…! Plasssshhhhhh
IX
El espejo ya es un espejismo de lo que un día fue…
X
Ella se miró y se vio destrozada. No se dio cuenta de que era el cristal del espejo el que estaba en ese estado…
Juanma García
Venía desde la plaza, cómo cada sábado.
Arrastraba el carro cargado de alimentos para la semana.
Hastiada, agotada, trás una semana de colegios, trabajo en la oficina, trabajo en el hogar, médicos con su madre…
Y al ir a pasar por el paso de peatones, ahí estaba.
El coche del imbécil que lo dejaba ahí para meterse en el bar.
Ni siquiera había recogido los retrovisores para dejar espacio.
No pudo más.
Fue la gota que rebasó su vaso.
Sacó el lomo embuchado que traía para los aperitivos y se lió a golpes con el obstáculo que le impedía llegar a su cocina, su café de media mañana, si remanso de paz.
El espejo retrovisor quedó en la acera, hecho añicos.
Triturado.
Y así, sonriendo beatíficamente, cruzó a la otra acera.
La Renacida