No quiero que pasen días sin verte, Sevilla. No puedo ni debo permitirlo. ¿Pero que tienes que me enloqueces? Quisiera hacerme entender, aunque ni yo misma sepa explicarlo. A veces, me revelo con las propias palabras, porque sé que no están a la altura, nunca están a la altura. Es entonces cuando reto a tanto palabrerío, desafiante.
Con la mejor de las intenciones, mando de paseo a tanto vocablo. Es necesario tomar el pulso in situ, solo así la inspiración puede resurgir en cualquier momento, en cualquier esquina, ante cualquier situación inesperada.
A veces las propias palabras sobran, sin mediar. Ni palabras al viento, ni cruzadas ni encadenadas, ni más alta una que otra. Serán medidas, ni una más ni una menos, sin embargo, cuando la admiración lo sobrepasa todo, cuando la pasión se desata, desaparecen y no encuentras la forma de transmitir todo aquello que sientes.
Todo aquello que desprendes, ahí en silencio, con tu infinita presencia, tu bendita idiosincrasia. A veces suena ridículo decir algo tan simple como, ¡qué bonita eres! Quizá me arrope en la simpleza para derrochar tanto.
Anda Sevilla, déjame intentarlo, ¡ay quién me entienda! ¿Lo harás tú?
Tras día sin saber de ti, de respirarte y palparte, aquel día de reencuentro, tu cielo azul me quiso acompañar. Te paseé tiernamente. No fui sola, el ángel que me acompañaba, ese que bebe los vientos por mí, me escoltaba, como solo él sabe hacerlo. Mientras me hablaba, sin quererlo, me perdía en tu belleza. Su voz se convertía en dulces susurros y yo, yo respiraba profundo, sonreía y me colmaba de paz con tan solo contemplarte. Inclinaba muy levemente mi cabeza, cual reverencia, y me decía a mí misma, cuántas ganas tenía de verte.
A veces, surge sin más una de nuestras charlas:
El agua estropeó tu semana grande, nos quedamos con ganas de más, fue tan breve ¿verdad?. Toda una lástima, porque había tanto por compartir, entre cornetas y tambores, entre incienso y azahar, entre costaleros y nazarenos, entre caídas en Triana y armaos en la Macarena, entre…
Pero no me llores Sevilla, por Dios, que la feria vino a pies puntillas para animarte, entre farolillos y albero, entre tómbolas y noria, entre gitana y alumbrao, entre sevillanas y tablaos, entre….
Unas semanas de calma siempre vienen bien, quizá es dónde más preciosa te veo, entre velos de rutina, esa que hipnotizan a los viandantes y se despistan, dejando atrás tu hermosura, la que preservas, la que venero, la que me enloquece y embelesa.
Si tuviera que elegir, ¿con que Sevilla me quedo? De verdad, ¿tengo que elegir? Me quedo con la cofrade, con la feriante, con la invernal, con la romana y musulmana…
Porque todas ellas como dice un poeta, son pedacitos de mí…