Recitando a Espronceda soñaba con un velero, dejarme llevar por los mares del sur, tumbada en la proa, la novia del pirata. Archi dijo la noche de bodas que me lo regalaría. Solo he conseguido un barco dentro de una botella y un trabajo a tiempo parcial para pagar deudas.
Calila
I
Surcaba el océano como un pensamiento que atraviesa el alma: ligero, indomable, pleno de significado. En su figura, hecha de madera y viento, encontraba yo la metáfora perfecta para mi vida.
II
En la proa, cada gota de agua era una página escrita por fuerzas que me sobrepasaban, como si el universo tuviera una caligrafía propia que yo solo empezaba a descifrar.
III
Y yo, que tantas veces había luchado contra todos esos vientos contrarios, entendí por fin que mi existencia debía ser como la de ese velero: flexible en las tormentas, firme en la calma.
IV
Vientos susurran secretos al pasar,
En aguas mansas, espejos de la luna,
Ligero el casco, sueños va a buscar,
En cada ola, la vida se desgrana.
Rema el alma donde el faro alumbra,
Oscila el tiempo; la travesía es su hogar.
Anita
I
El poeta lo llamó Libertad olvidando que a su alrededor solo cabía la inmensidad de la mar y el grumete no sabía nadar…
II
Velamen para navegar
Velas blancas cual alas
Ángel que surca el mar.
III
Un atardecer en La Caleta, horas que se disipan en el anaranjado final, minutos viéndote navegar. Una tarde de paz. Vida ganada.
Juanma García
En un velero te diría todo lo que siento al oído, lastima que con ese oleaje siga mareado todavía.
Ángel Salgado I
Cruzaría la mar alterada,
navegaría a lo hondo, sin rumbo,
para alcanzar a ver tu mirada
aunque sea un solo segundo.
Remendando mi humilde velero
para, a ti, poderte alcanzar;
y aunque a ella todavía le quiero,
sé que de ti, me voy a enamorar.
Ángel Salgado II
Recuerdo que en la universidad hablábamos mucho del Velero. Calidad-precio inmejorable.
Ángel Salgado III
Bendita fue su locura, esa cruel y sedienta que hacía posible su vivir. Nunca la temió, no, pese a que le había arrastrado a pecar en todas las formas posibles, y a alimentarse de los restos de la belleza y el amor que profesaba hacia la razón de sus suspiros. Él estaba muerto en vida y lo había hecho todo. Todo con tal de preservar al dios de sus memorias cerca, tan cerca, que sacrificó hasta lo imposible, incluso al primogénito de éste en su ser, como él se lo hubiera pedido. Porque en el momento en que naciera, ya como un hombre, construiría un mundo mejor para todos los que estaban perdidos en la nada. Esa nada que nos les permitía ver la realidad. Desde el manicomio lo pensaba, y desde ese encierro, él esperaba día tras día al dios de sus oraciones. Al salvador que le brindaría la cordura que de joven hubiera perdido.
Patricia Delgado
El viento arreciaba aquella mañana, el velero se mecía de un lado a otro, mientras en su interior, ella intentaba seguir en pie, la navegación nunca había sido lo suyo, pero era momento de huir de todo y esa era su única opción
Manuela Sánchez
I
El velero cortaba el mar en silencio, las olas susurraban secretos y el viento era un abrazo. La libertad era tan inmensa como el horizonte.
II
Un velero surca el mar,
bajo el sol de Andalucía,
las olas bailan al azar,
cantan llamando a la alegría.
Viento y sal, abrazan el alma,
bajo el cielo que brilla y guía.
III
Capricho veraniego, resquicio de libertad. Baila al compás de los vientos, brisa de olor a mar.
¡Ay, mi velero! Al alba se pierde en el horizonte, mientras el sol pinta de oro su estela en el agua.
Rocío C Gómez