Enrique de la Cruz es un novelista madrileño que tiene en el género negro a su principal aliado a la hora de contarnos sus historias. Su principal novela hasta la fecha es «Una última apuesta» (Cosecha Negra ediciones) aunque también navega con soltura en la procelosas aguas de la autopublicación, donde destacan «Los Robles» y su última novela hasta la fecha, N-332.
En mi mesita de noche, actualmente, hay, entre algún otro, dos libros de muy distintas facturas. Por un lado está el clásico de Dante Alighieri, la Comedia, en la nueva versión del erudito José María Micó (ed. Acantilado) y por el otro, una novela contemporánea editada por la notable editorial Trotalibros: Los chicos, de Toni Sala.
Del primero, qué puedo decir que no se haya dicho ya. Lo que yo pueda alabar de este clásico sería como querer alumbrar al Sol con una linterna. Lo que sí puedo decir es por qué está ahí, en mi mesita. Ocupa ese lugar porque es una obra de indudable referencia para cualquiera que profese esta religión que es la Literatura.
El segundo, Los chicos, escrita originalmente en catalán y traducida al castellano por Carlos Mayor, es una novela que me llamó la atención por varios motivos. El primero, por la editorial que lo publica: Trotalibros. Una editorial que cuida mucho su catálogo y que tiene en Jan Arimany, su dueño y principal valor, ya que plasma su pasión por los libros en un trabajo serio y con muy buen gusto. El segundo, que no siempre es sinónimo de acierto, es que todo lo que he oído de la novela ha sido excelente. Las recomendaciones, si sabes dónde buscarlas, pueden ser muy útiles a la hora de ahorrarte disgustos lectores. A partir de ahí, estoy seguro de que la lectura de esta novela va a ser una experiencia completa.