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by Nemesio Laverde Leave a Comment
Una exposición que descubre los secretos ocultos de la historia del arte
El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) abre sus puertas a una muestra sin precedentes: La imagen revelada. A través de radiografías y estudios técnicos, la exposición nos invita a mirar más allá de la superficie de algunas de las obras más icónicas del patrimonio andaluz.
Ubicada en el Claustro de Legos del Monasterio de la Cartuja de Sevilla, la exhibición reúne imágenes de 49 bienes culturales intervenidos por el IAPH en los últimos 30 años. La gran protagonista es la radiografía, esa herramienta que permite desentrañar lo que el tiempo, las restauraciones y los cambios de criterio artístico han ocultado a simple vista.
Entre las piezas analizadas destacan esculturas de Juan de Mesa y Pedro Roldán, dos de los máximos exponentes de la imaginería barroca sevillana. Gracias a las técnicas de análisis por imagen, es posible descubrir modificaciones en la talla original, correcciones del artista o daños estructurales que han permanecido invisibles hasta ahora.
Pero La imagen revelada no es solo una exposición para especialistas. Su planteamiento pedagógico acerca al público general a los entresijos de la conservación del patrimonio, mostrando cómo la ciencia y la tecnología pueden dialogar con el arte para garantizar su supervivencia.
Abierta hasta el 30 de mayo, la muestra supone una oportunidad única para explorar el arte desde una perspectiva inédita, donde la luz y la sombra dejan de ser elementos puramente estéticos para convertirse en testigos de la historia.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amén. Buenos días mi Nazareno, aquí estamos. Si no te lo cuento, no te lo crees. Esto está aquí ya.
He visto el cartel, ya sabes, el de Capirotes. Me lo ha dicho Encarnita, la del cuarto. No digas nada, lo sé. Es la antesala de lo que tiene que venir, al menos, eso dicen.
Si supieras que bonita está Sevilla. El cielo lleva unos días empañao, pero ya cogerá su color, ese que te gusta tanto, que lo sé yo. El incienso en la calle Córdoba me ha acompañado durante todo el caminito hasta llegar aquí, de verdad que no exagero, mi Nazareno.
Perdona si no te he prestado atención, vengo aquí y te suelto mis cosas, no tengo perdón de Dios. Y ahora cuando me he serenado un poco y te veo ahí. Pero que divinidad. Un altar de culto hecho a conciencia, a tu medida, como solo tú mereces. Tu rostro, tus hechuras, tu cruz, esa cruz.
Resulta que el otro día, mi nieto me puso a la orden del día. Dice que le preguntó a Siri, una amiga suya, que le contara el por qué llevas la cruz al revés, o simplemente, no como otros. Yo le dije que a mí no me hacía falta Siri, le dije que tú eras especial y punto, que tú no tienes na que ve con nadie, pero mi niño me contó que tu imagen divina representa el momento justo en el que te dan la cruz y tú la tomas sin más, para luego cargarla ante el monte Calvario. En fin, creo que son chiquilladas, quieren saber más que nadie, tú sabes, ahora con los años, vienen a nosotros a contarnos milongas, en fin.
Eso sí, me encantó cómo describía esa cruz tan bonita, espera Nazareno, no te rías, que me sale si lo digo de carrerilla: “cantoneras de plata labrada entre planchas de carey”, creo que lo he dicho bien, qué categoría, a estas alturas mi Señor. Aunque yo no necesito tanta palabrería, es perfecta, como tú. Porque a mi sólo me basta mirarte y los dos nos entendemos, lo sé. Día sí y día también, sacaré mi pañuelo y más de una lagrimilla echaré, día sí y día también, y santas pascuas.
Por cierto, tengo que ir arreglando la capa del niño, tú sabes, los bajos, que luego se echan encima los días y nos coge el toro.
Y de la cocina ni hablemos, ya compré en casa Manolo el bacalao, es el mejor con diferencia, que se deje de rollo, Paquita, ni mijita, no es el mismo. Y las torrijas las tengo también, que no se diga. Ayer compré la miel, que es lo que me faltaba.
Hoy las dejaré reposar, con su trapo limpito echado por encima, ya sabes que el pan de un día pa otro es lo suyo, para que luego empapen. No es por nada pero me salen la mar de bien. A Encarnita no le salen como a mi. Eso entre tú y yo.
Bueno, tiro ya para casa. Qué haría yo sin estos ratitos, Nazareno mío. A veces pienso que me desahogo contigo, con todas las cosas que tendrás tú encima. Pero ¿sabes? Te necesito y mucho. Tu presencia me da compañía, no, no estoy loca, sé lo que me digo. Y cuando llegue la madrugá y dobles esa esquinita, entre tanto silencio, distinguiré el tuyo, me mirarás a los ojos y sin palabras, ya todo estará dicho, todo…
Mañana más. ¡Pero que bonito eres! ¡Silencio, Silencio, Jesús Nazareno!
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El 50º Via Crucis de las Hermandades de Sevilla estuvo marcado por la incertidumbre meteorológica y la rápida reacción de la Hermandad del Santo Entierro para cumplir con su cita en la Catedral. La imagen del Santísimo Cristo Yacente, obra de Juan de Mesa, protagonizó un acto solemne que, pese a la amenaza de lluvia y granizo, se llevó a cabo con éxito gracias a una impecable planificación.
Una salida anticipada para evitar el temporal
El Santísimo Cristo Yacente debía presidir este Via Crucis, un honor que la Hermandad del Santo Entierro ya había recibido en 1986 y 2013, aunque en ambas ocasiones la climatología impidió su traslado. Para evitar que la historia se repitiera, la corporación adoptó una decisión clave: adelantar la salida en media hora, partiendo de la Iglesia de San Gregorio a las 17:30 horas.
El cortejo avanzó con rapidez, consciente de que el cielo anunciaba un aguacero inminente. La imagen, que en esta ocasión no fue portada en su urna habitual, recorrió las calles con una sobriedad imponente, permitiendo a los fieles contemplar con mayor cercanía la magistral talla del siglo XVII.
Devoción y premura en un recorrido histórico
El traslado fue ágil y efectivo. Apenas cinco minutos después de iniciarse la procesión, el Cristo Yacente cruzaba la calle Alfonso XII en dirección a la Catedral, donde se desarrolló el rezo de las estaciones penitenciales. La emoción entre los presentes era palpable, pues no solo se trataba de una imagen de gran carga simbólica dentro de la Semana Santa hispalense, sino que además representaba el esfuerzo conjunto de la hermandad y el Consejo de Hermandades y Cofradías para superar las adversidades.
Las lecturas fueron realizadas por las siguientes hermandades: Padre Pío, Pasión y Muerte, la Hiniesta, las Aguas, el Museo, los Javieres, el Buen Fin, las Siete Palabras, los Negritos, el Gran Poder, la Sagrada Mortaja, Montserrat, la Soledad de San Lorenzo y el Santo Entierro, mientras que las hermandades que portaron sus cruces de guía fueron: Bendición y Esperanza, la Milagrosa, San Roque, San Pablo, las Penas, San Benito, la Lanzada, el Cristo De Burgos, la Exaltación, la Macarena, la Esperanza de Triana, la O, el Sol y la Trinidad.
Un regreso a contrarreloj
La hermandad del Santo Entierro no quiso arriesgar más de lo necesario y, en cuanto finalizó el acto en la Catedral, emprendió el camino de vuelta a San Gregorio. El regreso se realizó con la misma premura con la que había iniciado la procesión, logrando resguardar al Cristo Yacente justo antes de que la lluvia arreciera con más fuerza.
Este 50º Vía Crucis pasará a la historia no solo por la belleza de la imagen que lo presidió, sino por la capacidad organizativa y la determinación de quienes hicieron posible que, pese a los contratiempos meteorológicos, la fe de Sevilla se expresara en las calles. Una vez más, la Semana Santa demostró que su grandeza no solo reside en sus imágenes, sino en la devoción y entrega de quienes las acompañan.
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Llega el Miércoles de Ceniza y con él, un tiempo que para los cristianos significa mucho más que la simple cuenta atrás hacia la Semana Santa. La Cuaresma no es solo un periodo de preparación, es un regalo, una oportunidad para mirar hacia dentro, para desprendernos de lo superficial y volver al origen de nuestra fe. En Sevilla, donde la religiosidad popular se vive con una intensidad difícil de explicar a quien no la ha sentido, este día marca el inicio de un camino que, si lo tomamos en serio, puede transformar nuestra vida.
La ceniza en la frente es un recordatorio de nuestra fragilidad, de que “polvo eres y en polvo te convertirás”. Pero también es un signo de esperanza. No se trata de un gesto fatalista, sino de una llamada a la conversión, a reconocer nuestras sombras y confiar en la misericordia de Dios. En un mundo donde todo parece efímero, donde la prisa y el ruido nos roban la capacidad de detenernos y reflexionar, la Cuaresma nos invita a hacer lo contrario: a parar, a mirar a los demás con más amor y a reconciliarnos con el Señor.
Para los que somos cofrades, este tiempo tiene un significado especial. Es el momento en el que empezamos a ver los pasos en las iglesias, a oler la cera y el incienso en los templos, a sentir que la Semana Santa se acerca. Pero sería un error quedarnos solo con eso. Las hermandades no existen solo para sacar pasos a la calle, sino para ser testigos de Cristo, para vivir el Evangelio con autenticidad. Y la Cuaresma nos lo recuerda con fuerza: más allá del oropel, está la cruz; más allá del sentimiento, está la fe.
El ayuno, la oración y la limosna son los pilares que la Iglesia nos propone para vivir este tiempo. No como normas vacías, sino como ejercicios espirituales que nos ayudan a despejar el alma. Tal vez este año podríamos preguntarnos: ¿qué me sobra en mi vida y qué me falta? ¿A qué cosas me aferro que me impiden acercarme a Dios? ¿Cómo puedo ayudar más a los que sufren? Porque de eso trata realmente la Cuaresma, de aprender a mirar con los ojos de Cristo.
El Miércoles de Ceniza nos abre la puerta a cuarenta días de renovación. Y como cada año, Sevilla se prepara para vivirlos con intensidad. Que no nos quedemos solo con la estética, que no pasemos de puntillas por este tiempo. Que sepamos aprovecharlo para convertirnos de verdad. Porque cuando llegue la Madrugá y veamos el rostro del Señor del Gran Poder en la calle, entendamos que todo este camino ha valido la pena.
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En el corazón de la tradición cofrade sevillana, el cartel de la Semana Santa de Sevilla 2025 ha sido revelado, despertando emoción y reflexión entre los fieles y amantes del arte sacro. La obra, creada por la artista Virginia Saldaña, se erige como un canto visual a la sensibilidad, la espiritualidad y la sobriedad que caracteriza a la Semana Mayor hispalense.
Una mirada que conmueve el alma
El cartel presenta un primer plano conmovedor del rostro de la Esperanza Macarena, cuya expresión serena y melancólica captura la esencia misma del recogimiento y la devoción. Los ojos, llenos de profundidad, transmiten una tristeza serena, mientras que las lágrimas, delicadamente trazadas, evocan el dolor contenido que envuelve a Sevilla en esos días de pasión.
La técnica: sencillez y emoción pura
Virginia Saldaña ha optado por una técnica depurada, con una paleta de tonos suaves donde predominan los ocres, beiges y blancos, logrando una atmósfera etérea que realza la espiritualidad de la imagen. Los trazos, ligeros y casi difuminados, aportan un aire de ensoñación, donde el rostro emerge como si fuera un susurro del alma.
La simplicidad aparente del fondo, casi desvanecido, potencia el protagonismo del rostro de la Virgen, logrando una composición equilibrada que centra toda la atención en la mirada y las lágrimas, símbolos universales del dolor y la esperanza.
Un homenaje a la tradición sevillana
Este cartel no solo es una obra de arte, sino también una declaración de amor a Sevilla y su Semana Santa. Saldaña ha sabido plasmar con maestría el espíritu de una ciudad que vive con fervor cada instante de su Semana Mayor, capturando en un solo rostro la esencia de todas las Vírgenes que desfilan por las calles adoquinadas de Sevilla.
Reflexión y devoción en cada trazo
Más que un anuncio, el cartel de la Semana Santa 2025 es un espejo de emociones que invita al recogimiento. En cada lágrima se puede reflejar el sentir de un pueblo, y en cada trazo, la devoción inquebrantable de generaciones enteras que, año tras año, encuentran en la Semana Santa el verdadero latido de Sevilla.
Virginia Saldaña ha logrado crear una obra que no solo anuncia, sino que también conmueve y perdura, dejando una huella imborrable en el corazón de todos los cofrades sevillanos.