Mírame… ¿Qué opinión de mí te haces al contemplarme así? Tal vez la de una mujer bella, delicada, pura, frágil…
Así es o, mejor dicho, así era. Tú me conociste joven, hermosa, ingenua, rebosante de felicidad. Felicidad que aún aumentó más cuando me enamoré de ti. Pero con el tiempo fue decreciendo día tras día. Mi belleza empezó a ser un inconveniente en nuestra relación. Al principio cambiaste mi estilo de vestir para que no le pudiese llamar la atención a ningún otro hombre, después casi no me dejabas salir. Yo no supe ver a tiempo lo que estaba pasando hasta que fue demasiado tarde y me entró el miedo. Primero fue el miedo a perderte, a que estuvieses tan cansado de mí que cogieras todo y te fueras. Intentaba agradarte en todo momento, pero parecía que eso también te molestaba. Cada vez tu mal humor era mayor y un buen día cruzaste la línea.
En aquel momento el miedo que sentía cada día no me dejaba vivir. El temor a volver a sufrir tu ira no me permitía saber cómo actuar. Daba lo mismo que te complaciese en todo lo que quisieras, cuando a ti se te antojaba repetías tus golpes contra mí y cada vez iba a peor. Sin embargo, no has conseguido lo que querías, aunque en cierto modo sí me has matado. Has conseguido que me sienta sucia, que hiciese algo que jamás pensé que haría. Me has convertido en una asesina.
Defensa propia… Ese es el término que me ha librado de la cárcel pero no cambia el hecho de que te he matado. Sí, de acuerdo, eras tú o yo, mi vida o la tuya. Pero cómo podré seguir viviendo si no hay día que no recuerde lo que hice, que mis ojos no vuelvan a llorar al recordar la escena.
Los cardenales han desaparecido, el miedo se ha desvanecido y lo que principalmente se ha esfumado es mi vida que nunca más la recuperaré…
el filosofo says
6 octubre, 2011 at 18:06Por desgracia son muchas… una pena que no se quiten ellos primero su vida y lo hagan al revés dejando tanto dolor y sinsentido en las vidas de los demás.
Como dijo el poeta «…haga lo que haya que hacer, póngame una soga al cuello…porque por primera vez no tengo… no tengo miedo»
Un beso!