Este bendito trabajo que me hace tan dichoso, no me puedo quejar por mucho que me queje…tiene en su punto débil su mejor virtud.
Os explico, cuando trabajas todo el día en la calle tratando con personas, te enriqueces muchísimo porque, aunque vayas corriendo a todos lados, en cada rinconcito puede haber un poco de aire que aspirar que te sirva para ti. El estar entre padres, madres, hermanos, hermanas, abuelos, perros, gatos, caballos e incluso personas, hace que tu diario sea un cúmulo de situaciones ajenas a ti que terminan por ser tuyas porque enfatizas con el que tienes al lado, por pequeñajo que pueda ser.
Uno se acostumbra a todos los olores, y digo bien, a todos. Uno se adapta a todos los escenarios posibles, y eso te hace cada vez más frío, pero una cosa es clara, sigo siendo el profe enrollado que exige muchísimo, día a día…
Pues hoy, en uno de esos toques de atención que suelo dar para que no se duerman que se les echa el tiempo encima, me cuenta el por qué de su falta de estudios y ZAS!!! En toda la boca.
Está claro que así es imposible trabajar, aunque no hay fallecimientos, pero si de algo sé es de porrazos duros en épocas de exámenes, y con eso se desconcentra «el más pintao».
Esperemos que todo se arregle para bien de todos, y sobre todo, que mi enfatizado compañero de aventuras apruebe y levante el vuelo…
La vida misma delante tuya y sin saber muy bien qué decir…
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