Erase una vez un chaval –ya metido en la treintena- al que le llegó un viejo recuerdo…
En uno de sus múltiples paseos mentales por todos las hazañas vividas, recordó, tras meter varias conversaciones tenidas en un viejo saco, remover un poco y con su mano nada inocente sacar una polvareda inmensa, que el destino era caprichoso y que quizás mintió en una de dichas tertulias al decir que estando él en una carrera de obstáculos, casi llega a la meta sin saber en qué posición se encontraba…
Adentrémonos por un momento en los recuerdos de ese atleta treintañero y rebuscando un poco, conseguiremos encontrar dicho recuerdo:
Un pequeño chiquillo, de 5, 6 o 7 añitos, no más, paseaba por una inmensa ciudadela lleno de escalones, pasillos inmensos y mucha, mucha gente… Tras varias preguntas al mayor al que acompañaba, y tras subir hasta casi la más alta atalaya, divisó una palabra que marcaría su década anterior. Anterior a la que vive ahora; dos décadas posterior de la del pequeño soñador…
Tras ver en su mente claramente la palabra en cuestión, podemos ver en el sueño que su cara de asombro era muy especial: ¡¡en el número 1 estaba esa palabra!!
Podemos ver en la última parte del recuerdo que lo comentó con su acompañante en plan: “¡¡Miraaaaaa!!”
Años después, y sin recordar aquella aventura, su asombro se convirtió en realidad y aquel concepto que estaba en primera posición se convirtió en titulación y el atrevido infante, se convirtió en un treintañero que recuerda, incluso asombrado como aquel 1 se clavó en su pensamiento, y nada lo detuvo para lograr su meta.
Este cuento que os cuento no es más que un pequeño cuento del cuento de la vida pero, este cuento es tan real como la expresión: ”Este cuento se acabó.”
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