Doblas la esquina más retorcida de mi mente, no me asustas porque no pienso realmente en ti. El tufo de una alcantarilla entreabierta nutre tus ideas, rezuma el hedor de la repugnancia. Sigues presente, no te conozco, pero te entiendo aunque trato de no hacerlo.
Sabores a miseria, miradas de envidia, dolores de muelas. Sapos y culebras escupidas sin parar, se ofrecen becarios en vudú.
¿Quién no ha sucumbido alguna vez ante ti? No mientas, lo has hecho. De la idea mísera a la acción miserable hay un trecho, pero el pensamiento macabro libera el mal que emanas, él te libra y él te salva.
No pasa nada, es solo eso.
Ahí queda, no va a más.
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