Sevilla hoy está de luto, Sevilla y medio mundo, todo aquel que tuvo la suerte de disfrutarte, aunque seguramente tu partida no salga en los telediarios ni en esa televisión que hace un periodismo tan cuestionable como rentable, pero esa es otra historia, y esta es la tuya.
Yo te conocí por mis padres que me hablaron maravillas, para mi padre eras Alfonso, el maricón como tú decías… Pocas sevillanas se marcó contigo en la caseta de feria que era, por lo que me cuenta y por lo que se escucha en los mentideros de la ciudad, la alegría del Real. Ni la mismísima calle del infierno era capaz de acallar las risas, las sevillanas, los chistes verdes y tu alegría…
No sabes cómo te admire sin llegar a conocerte, hasta el punto de que un día actuaste en el Club de Campo de Sevilla, allá por el año 90. Yo era una niña y no pude asistir, pero eso no hizo que desistiera en mi empeño de tener algo tuyo, y tú me lo hiciste llegar a través de mi padre.
Después de más de 30 años sigo conservando ese autógrafo que me hizo la más feliz del mundo y que hoy cobra aún más significado.
Fuiste macareno de pensamiento y de corazón, y ahí también tenemos algo más en común… Mi padre «armao» y yo Macarena igual que vosotros…
Fuiste icono en una época muy complicada para ser algo, para ser tú mismo aún más. Muchas veces he pensado que nos parecemos más de lo que creía… Inconformista y artista, dos en uno.
Ojalá allí arriba o donde quiera que estés, no sigas enviando esa luz y esa magia que tenía todo lo que te rodeaba.
Que la tierra te sea leve, que el viaje sea bonito.
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