Un tuit de José Melero, unas palabras que me teletransportan casi cuatro décadas atrás.

Una fotografía, unos recuerdos imborrables de aquellos domingos de fútbol en aquel Ramón Sánchez Pizjuán de saltar charcos y fango, de foso, mi gorra, mi abuelo saludando a sus ex compañeros de puerta, gorra de plato y “sacabocaos” agujereando un carnet que mostraba mejor que nadie las penurias de una época donde jugar bonito unos minutos y empatar podría ser un éxito.
Jugadores de cantera, Manolo Cardo en el banquillo y alguna estrella en la delantera. Caprichos constantes de salchichas que hoy miras casi con asco; escalones que costaban la vida subir y bajar buscando tu asiento en voladizo y que nunca se olvide tu bocatita envuelto en papel plata para el descanso.

Eran partidos que parecían ligas completas, expectativas siempre cumplidas porque la felicidad ya era estar allí, con tu abuelo y el colmo de los colmos cuando luego jugaba el filial y aparecía en aquella revistita donde aparecían la plantilla, los que jugaban, los suplentes, publicidad de a a saber qué, y que luego, jugaba el Sevilla Atlético. Era un día por uno con matices; cambiabas de asiento, te juntabas con tu tío y alguna prima en la grada. Grada donde habíamos ¿200 personas? ¿500? A día de hoy no sabría cuantificar esa cifra; para mí, no éramos más de 10 y eso me encantaba. Se escuchaban los silencios y los sonidos de verdad del fútbol; no conocías a nadie de los que jugaban y seguro que eran malísimos los partidos pero a ti te daba igual, eras el más feliz del planeta.
Luego llegará la gente más joven y dudará de tu sevillismo solo porque no quieres volver a tu infancia y a salir del campo con el enfado de un niño de 3-4 años porque tu equipo de tu alma, el de tu abuelo, ha perdido contra uno cualquiera de los que estaban al final de la tabla en el teletexto y no conocías ni el nombre del suplente con bigote que te he metido un gol de churro.
Yo también soy de esa generación
Que bueno recuerdos… Yo también me encontraba con un abuelo y algún primo en la grada… Me encantaba!