
Amanece temprano, siempre lo hace. A la hora en que amanece, sin miramientos. No le importa la hora a la que tú te levantes. El día sigue su ritmo y no espera a nadie.
Cuando te das cuenta, todo está en marcha y todavía andas en pijama y con la cara a medio lavar. Vas tarde, a tu ritmo. No al ritmo vital.
Resulta encima, que con el cambio horario, nos deben una hora. Tú lo sabes y tu cuerpo lo nota más. La necesitas, aunque con el paso del tiempo te acabas acostumbrando y hasta te gusta más esta nueva organización. Pero estamos en negativo en la batería del tiempo y encima perdiendo horas por el camino.
No es una crítica, es tu tiempo y tú lo gestionas como quieras. Pero que no afecte al tiempo de los demás, que ese tiempo sí vale mucho. Hasta más que el tuyo, porque se ha detenido para compartir su tiempo con el tuyo y no se merece ni la espera ni la pérdida.
El tiempo no se retiene en tu reloj de pulsera, ni en tu tablet ni en el móvil de última generación.
No se detiene, es libre, y mucho más que tú y que yo. Entérate.
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