Este año no ha podido ser. Los motivos me los guardo, pero aún retumban en mi cabeza los tambores de guerra del pasado.
Demasiado sufrimiento contenido, como una larga pesadilla recurrente, demasiado sinsentido.
Entre intentos baldíos de arreglar un asunto que no era necesario y el dejar que lo importante siguiera su erróneo camino, estaba yo. Y en esa condiciones y tras el duro del recuerdo cercano, no hubo tutía y miramos hacia otro lado.
Si te has sentido ofendida, lo siento. Eso que este año habían adecentado tus aposentos y preparado todo para la gran fiesta. ¿Todo? No. Faltaban los invitados al gran banquete, o alguno de ellos.
Pero nada es lo que parece y al final solo uno se da cuenta y es quien lo padece.
Por eso hoy te pido perdón, aunque no me escuches, pero este año ha habido pocos vaivenes entre los dos, dejándonos mecer, juntos, con el contoneo de tus olas.
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