Recordó que de pequeño tenía una caja escondida en casa. Una caja llena de recuerdos, de recuerdos que no recuerda.
Se sobresaltó en mitad de la noche con ese recuerdo, con ese pensamiento convertido en imágenes que le marcaban el camino exacto hacia ese universo antiguo.
No pudo dormir más en toda la noche. Ansiado e impaciente por recordar más sobre el origen de esa caja, que cada vez se hacía más grande y tenía más recuerdos que parecían irrecuperables.
Seguía buscando, en sus recuerdos, ese camino marcado en sueños, que no recuerda, para encontrar la caja que había olvidado. No sabía qué encontraría en su interior, porque las imágenes eran difusas y estaban mentalmente manipuladas. Pero sentía que todo serían buenos recuerdos.
Amaneció y, por fin, pudo salir en su búsqueda. Estaba muy nervioso y tan distraído rebuscando en su mundo que apenas prestaba atención en la conducción. Su único fin era llegar y encontrar la misteriosa caja de los recuerdos.
Pero tanta fue su obsesión por llegar, que no estuvo pendiente de lo importante y se olvidó del camino. No llegando nunca a completarlo ni a cumplir con su destino.
Se quedó sin saber qué contenía esa caja que había visto en sus sueños. Y ya nunca más comenzó a llenar una caja nueva.
Se olvidó de todo, quedándose sin recuerdos que recordar.
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