No trataré de vender el sueño americano, que primero sería norteamericano y afinando más, sería de los USA nada más; porque ni eso realmente existe tal y como nos lo han querido vender en una de las mayores campañas de marketing existentes.
Tampoco seré yo quien haga publicidad de las malditas tazas con sus llamativos colores y sus frases hechas. Libretas, bolígrafos y carpetas que te enseñan que si no eres nadie en la vida es porque no quieres.
Porque «querer es poder» y «si te esfuerzas no habrá sueño que se te resista»… Como si la gente no intentara día a día tirar para delante y ser feliz.
Pues si no sois ricos, influyentes, admirados, elocuentes… es porque sois unas mierdas, según el señor maravilloso.
El movimiento se demuestra andando, sí. Pero por mucho que andes no puedes llegar a todos los sitios andando. Partiendo de esa premisa básica, no nos engañemos y no te dejes engañar. Porque si lo hacemos y nos dejamos, lo acabaremos pagando.
Resulta muy triste ver el abandono al que se someten nuestros más sentidos, y sufridos, pensamientos. Cómo se trata de anular su existencia y cómo nos evadimos ante su presencia. Nos molesta y por eso hacemos como que no existen.
Pero, llegado el momento, no hay caparazón que lo detenga. Y como no estamos preparados para tanta dureza, caemos rendidos ante su poder. Doble derrota, la derrota en sí misma y la derrota al verte derrotado sin previo aviso.
Huimos de la frustración porque no sabemos afrontarla. Pero sabemos hacer integrales de segundo grado y resolver castillitos de fracciones. Y, por supuesto, cómo se calcula la raíz cuadrada: dándole a un botón en una calculadora.
No entendemos la empatía, porque nunca la hemos tratado. Pero aprendimos los ríos de norte a sur y todas sus desembocaduras. Aunque luego, se nos hayan olvidado, y cuando viajamos no sepamos qué río, ya seco, atravesamos.
Sabemos de la existencia de la muerte, pero solo le damos valor a la vida cuando alguien cercano muere. Horas de catequesis y religión obligatoria para salvar nuestras almas cuando ya no estemos, pero mientras estamos, ¿quién nos las salva?
Y que no sirva esto que escribo, para denigrar estos conocimientos, pero sí para poner en un lugar más importante otras prioridades mucho más vitales.
Olvidamos los valores, las personas, los sentimientos, la fraternidad, la amistad, la solidaridad… Pero tenemos las paredes de casa llenas de títulos universitarios, cursos y másteres caros que no te sirven de nada.
Nacer, crecer y morir. Sin esperar nada más que poder vivir.
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