Me quedé esperando tus palabras, esas que nunca salieron de tu boca. Me quedé esperando y eso que no sé si quería que de tu boca salieran. Pero me quedé esperando, porque de ti sí me lo esperaba.
Me quedé esperando ese aliento definitivo, ese empujón necesario. Me quedé esperando que me agarraras cuando me caía, porque aunque la altura parecía pequeña, para mí, el salto era muy grande.
Me quedé esperando mientras pasaban los días con sus interminables horas. Me quedé esperando entre dolores de barriga y fatiguitas en noches de pesadillas que me reconcomían a solas.
Me quedé esperando y como no venías, fui buscando a gente, aunque no es lo quería, pero era necesario. Me quedé esperando que alguien me dijera lo que mis oídos requerían, aunque tampoco lo quería, porque tampoco era necesario.
Me quedé esperando tanto tiempo a que llegara ese momento, que cuando llegó ya no tenía tiempo de espera, ni más excusas en la chistera, y el antes era ya inmediato.
Me quedé esperando y al final de tanta espera, entendí que ya no podía seguir esperando.
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