El silencio era absoluto en la enorme casa. La joven escritora, sumida en la oscuridad, sólo podía oír el leve crujido de sus dedos al escribir en su portátil. Era una noche inusualmente calurosa para la temporada, casi sofocante. Trató de abrir la ventana para dejar que entrara aire fresco, pero estaba atascada. Frustrada, optó por levantarse y buscar alguna herramienta para abrirla.
Mientras se adentraba en la oscuridad de la casa, pudo percibir un extraño y suave murmullo que llegaba desde uno de los cuartos. Tras seguir el sonido, descubrió una pequeña figura en el centro del cuarto. Parecía ser un antiguo gramófono, reliquia de tiempos pasados. Una nota junto a él decía: «Pruébame».
La escritora, movida por la curiosidad, decidió encenderlo. El gramófono comenzó a girar lentamente mientras un sonido suave empezaba a brotar de él. Era una hermosa canción, tan dulce que logró transmitir paz a su corazón. La voz que la cantaba era inconfundible: era la de su abuela, quien había fallecido años atrás.
La escritora escuchó completamente absorta en el sonido de la música. El alivio que trajo la melodía hizo que se quedara dormida sobre el suelo del cuarto. A la mañana siguiente, cuando despertó, se dio cuenta de que el gramófono había dejado de sonar y la . habitación había vuelto al silencio.
Aquella noche, ella había encontrado algo más allá de la música y el alivio. Había encontrado el conticinio que tanto anhelaba.
Deja una respuesta