Salgo a correr de buena mañana.
Y sobre la acera, aquel zapato de Cenicienta Roja, me llamaba.
Lo cogí, sin dudarlo, y seguí corriendo sin soltarlo.
De manera incongruente, pero con ritmo.
Al llegar al Retiro seguía con él en la mano.
Lo llevé a casa y planté dentro flores.
La Renacida
Tenía un sueño recurrente. El día de mi graduación perdía un zapato en la ceremonia. Un zapato rojo y de tacón fino.
Elegí vestirme de gris con zapatos negros a juego para la ocasión.
Fue Carmen la que perdió su zapato. Yo simplemente le había robado el sueño.
Arancha Naranjo
I
Caperucita oyó un aullido escalofriante y al huir despavorida se convirtió en Cenicienta.
II
El Lobo más rápido que ella, que corría y se clavaba todos los hierbajos secos y alguna piedra en su píe descalzo, la alcanzó y al ver su cara de calabaza entendió el final del cuento.
III
La mujer de rojo también perdió el norte y su zapato en la Feria de Abril… manzanilla, sevillanas y el Ratón Vacilón hicieron el resto.
IV
¿Un gato negro agarrado a una rama? ¿Una niña abrazando a una feroz fiera? Esa pared me dice que al final solo quedó ese zapato rojo y una bestia indigesta…
V
Decían que el que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. La sombra no parece mala, pero la pérdida irreparable.
Juanma García
El zapato de tacón rojo perdido se convirtió en el ícono de la moda. Todos lo buscaban desesperadamente, como si fuera el Santo Grial del calzado. Se organizaron vigílias y se crearon clubes de admiradores. Mientras tanto, el zapato se preguntaba si sería más valorado si encontraran su gemelo desgastado y aburrido.
La Morada IA
La felicidad tras la fiesta desmedida consistió en descalzarse. La pérdida, reparable, no era comparable con los momentos de placer vividos.
El otro zapato apareció en el río. Y ella, feliz, sonriente y en un exagerado estado de embriaguez, en la otra orilla…
¡Que le quiten lo bailao!
El Mendigo
Se le cayó a Cenicienta porque estaba harta de tanto cuento…
Ángel Salgado I
Tacones rojos…
Sensualidad y poderío
con su soniquete bravío.
Tacones rojos…
Simbolismo y desafío
con su intimidante tronío.
Tacones rojos…
Hacia ti, mi mirada desvío,
nervioso, solo sonrío.
Ángel Salgado II
I
Echó a correr con toda la prisa ahogándole el alma. No quería perderse ni un segundo más de la vida. Cenicienta era sevillana, ¿hay que decir más?
II
La princesa de día, la reina de la noche. ¿A dónde habrá ido? El pueblo solo sabe que ya está libre de ataduras.
III
Y entonces el tiempo, raudo hasta el último segundo, se paró. No sabía muy bien ni el cómo ni el por qué. Tan solo le quedaba contemplar lo que tenía delante, pero ya nunca podría vivirlo.
Rocío C Gómez
Tenía que ir en su busca. No podía volver con un tacón menos, cual cenicienta. Las campanas doblaron las doce. Esta vez no había fiesta, ni príncipe. Todo a un abismo del cuento. Aún así contaba con la mejor de las hadas madrinas: haz el mismo recorrido, darás con él…
Patricia Delgado
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