Nos conocimos en el París universitario. Rahma echaba de menos su establo bereber. Cinco cabras bajo un firmamento de silencio rodeado de dunas de fina arena. En las ciudades le molestaba el ruido y no encontraba a sus estrellas. ¡Qué bien volver, decía, aunque todo sea un espejismo de infancia!
Arancha Naranjo
En la inmensidad del desierto, una cerca. Un oásis de vida que sustenta la soledad del que vive en su tierra.
Ángel Salgado I
En mitad del camino nos sorprendió una tormenta de arena, al fondo el todo y la nada; a mi lado tu mirada pausada, calmó mi ansia.
Ángel Salgado II
Menudos cabritos…
Ángel Salgado III
Con tantos metros libres, vivían enjaulados.
Ángel Salgado IV
La brisa suave acariciaba los médanos, en el establo estaba todo listo para que los jinetes Beréberes cabalgaran en la vastedad del desierto, el olor a heno y a cuero se sentían en la distancia, mientras el sol radiante dejaba ver los colores radiantes de las bestias.
Manuela Sánchez
Era nuestro sustento, ese peculiar establo beréber. La alfalfa recogida alimentó al ganado por unos días. Comida y transporte estaban asegurados. Una tímida sonrisa te regalaba ese beso que no podía darte, “habibi”…
Patricia Delgado
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