Eugenio dejó la sucursal del banco, compró un rebaño de cabras y se echó al monte. En un establo elaboraba quesos. Fueron años de esfuerzo y aprendizaje que le devolvieron a un mundo de fama por sus productos gourmet. Sin quererlo había vuelto al punto de partida.
Arancha Naranjo
I
En el claro silencio de su granja, una cabra y un asno compartían sus secretos. Los unía el instinto, la necesidad en una serena complicidad que nace de saberse distintos, complementarios e iguales en lealtad. Sobraban las palabras entre ellos.
II
En el cercado que combate el viento,
un asno mira a la cabra saltar,
susurros de verde hierba, paso lento,
dos corazones al compás. Un lugar.
Sin palabras ni promesas, solo el sol,
que alumbra el lazo tierno, simple y fiel,
amor de granja. Amor esencial.
Anita
La cabra, con aire de suprema autoridad, montaba sobre el lomo del paciente burro. «¡A la izquierda!» ordenaba, señalando con su barbilla puntiaguda. El burro obedecía sin rechistar, llevando a la impertinente cabra a donde ella dictaminaba, aceptando resignado su papel de humilde sirviente.
Manuela Sánchez
Tiene una personalidad arrolladora. La verdad por delante, sin filtros. El qué dirán siempre fue irrelevante. Lo mismo te baila por bulerías, para partirse la camisa, que te canta una saeta en la madrugá a pleno pulmón. Confidente de tus llantos que se ríe de su sombra. ¡Cabra loca!
Patricia Delgado
Cuantas, tantas…
Cuantos, tantos…
Oprimidos, forzados.
Obligadas, maltratadas.
Arriba, siempre los mismos.
Abajo, hartazgo a espuertas.
Arriba, con los cinco sentidos.
Abajo, dispuestos para las guerras.
Ángel Salgado I
De paseo por Bremen, ciudad del noroeste alemán, me encontré con ellos. Atraído por su fama mundial, me aferré en conseguir la última entrada, pero me fue imposible. Habían vendido todo el aforo.
De vuelta al hotel donde pernoctaba, como si de sirenas se tratase, me vi atraído por una musicalidad fascinante.
Guitarra, batería, trompeta y saxofón, y una voz…
A casa paso que daba, más feliz me sentía y al girar la calle, había un viejo portón enorme abierto; y allí estaban, los cuatro, «Los Trotamusicos» formando jarana y animando el corral. Koky, Tonto, Lupo y Burlón.
Ángel Salgado II
De una sola mirada entendió cual era su posición en la vida.
Ángel Salgado III
Una granja cualquiera, una cabra y un asno compartían días de sol y noches de estrellas, además de la hierba y la brisa que movía su descuidado pelaje. Entre ellos, no cabían las palabras, aunque su complicidad superaba el silencio y juntos pastaban y descansaban, sabiendo que en esa simple compañía hallaban la paz que ni el tiempo ni la distancia podían romper.
Nemesio Laverde
I
¿Pero la cabra no tiraba al monte?
II
“No me seas burro”, le dijo la cabra al asno.
III
Él se sabía paciente, ella loca como solo ella podía estarlo, se aprovechaba de la bondad infinita de él. Hacían un gran equipo. Ojalá los humanos supiéramos ver, mirar y aprender de la naturaleza.
Juanma García
i
Paseo en corcel por Sevilla
Nada de asno que mi primogénito
Sabio como él solo, brillaba
Estudioso el zagal, en la realeza algo inédito
Sin duda, era un don congénito.
ii
¡¿Cómo manuscribe un Rey Santo sobre un asno y una cabra?!
¡Albricias!
No poseo vocablos para ello.
Rey San Fernando
Vom Rotten says
13 septiembre, 2024 at 17:48No es que el burro ignore el horizonte en el aposento del pensamiento,
Mas la cabra muy hábil imita, cuando el camino le invita a andar;
Por ello libre y sin rienda atraviesa campos y pastizales, pero al oír la voz de mando vuelve cabeza gacha a su lugar.
Y aunque el burro parezca tosco y torpe, lleva en su alma la anarquía, por eso le dicen tozudo, mas yo sigo pensando: ¿Qué más esperar del burro, que una caricia a la rebeldía?