
En los últimos años, las Salidas Extraordinarias se han convertido en un fenómeno recurrente en el mundo cofrade. Lo que antes era un acontecimiento excepcional, reservado para aniversarios muy señalados o situaciones de especial relevancia, ahora parece haberse convertido en una tendencia desmedida. En este inicio de 2025, la polémica ha vuelto a avivarse con la llegada y salida de la Virgen de los Desamparados de Valencia en Sevilla.
¿Extraordinarias o rutinarias?
El término “extraordinario” ha perdido su sentido en el universo cofrade. Basta con revisar la agenda de las hermandades para comprobar que cada año se anuncian múltiples procesiones bajo esta categoría. Lo que antaño era un hito en la historia de una corporación, hoy es casi un evento anual más. En ciudades como Sevilla, donde la devoción popular es una seña de identidad, este fenómeno se ha intensificado hasta el punto de rozar la saturación.
Si bien es cierto que estas salidas generan expectación y afluencia masiva de fieles, cabe preguntarse si esta proliferación no está desvirtuando el propio sentido de la procesión. ¿Es realmente necesario que cada efeméride venga acompañada de un cortejo en la calle? ¿O estamos ante una mercantilización de la devoción, en la que el espectáculo y la masificación terminan por imponerse a la espiritualidad?
El caso de la Virgen de los Desamparados en Sevilla: devoción vs. controversia
El anuncio de que la Virgen de los Desamparados de Valencia procesionaría en Sevilla no es solo un evento más. Se trata de una imagen con una arraigada devoción en su tierra natal, cuya presencia en la capital andaluza responde a un gesto de confraternización entre ambas ciudades. Sin embargo, ¿qué sentido tiene esta salida en el contexto sevillano?
Para algunos, la iniciativa es un símbolo de unión y un acto mariano de gran relevancia. Para otros, una decisión difícil de justificar en un calendario ya repleto de procesiones. Sevilla cuenta con una devoción mariana inigualable, y la introducción de imágenes foráneas en su vida cofrade podría percibirse como un gesto forzado, que responde más a intereses organizativos o turísticos que a una verdadera necesidad espiritual.
¿Hacia dónde va la Semana Santa?
El problema no es solo la cantidad de Salidas Extraordinarias, sino sus consecuencias. Por un lado, se produce un desgaste en el impacto emocional de las procesiones: cuando todo es extraordinario, nada lo es realmente. Además, se corre el riesgo de banalizar la esencia de la Semana Santa, en la que la espera y la excepcionalidad juegan un papel clave en la vivencia de la fe.
Por otro lado, estos eventos implican un esfuerzo logístico, económico y humano que no siempre es asumible para las hermandades, generando tensiones internas y aumentando la dependencia de patrocinios o ayudas externas.
Una reflexión necesaria
No se trata de rechazar por completo las Salidas Extraordinarias, sino de recuperar su sentido original. Devolverles el carácter excepcional que justifica su existencia y evitar que se conviertan en un simple reclamo de masas. La devoción no necesita de un calendario repleto de procesiones para ser auténtica. Quizás ha llegado el momento de hacer una pausa y preguntarnos si estamos celebrando la fe o simplemente organizando espectáculos.

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