
adj. Que tiene una temperatura inferior a la ordinaria o conveniente.
El frío inundó su cuerpo cuando el desprecio notó en tu mirada.
Ángel Salgado I
Si tengo frío, que no lo tengo, te busco en la distancia y mi corazón mantengo contento.
Ángel Salgado II
Esos meses en lo que llega el frío, para unos, mientras otros seguimos empeñados en aferrarnos al suave calor que se desvanece.
Ángel Salgado III
Tú, con tu frialdad.
Yo, en mi soledad.
Ángel Salgado IV
Me calcé las zapatillas, salí a correr. Escarcha en el campo, frío intenso. Después de unas zancadas el cuerpo reaccionaba, entraba en calor. ¿Buscaba la soledad del invierno? Lo que necesitaba era el aire gélido en el rostro y sentir que la vida fluía de nuevo a golpe de suela.
Calila
I
El invierno de su alma era perenne. Cada palabra disfrazada de cruel, cada golpe desgarrador, era una bocanada de aire frío que congelaba sus sueños. Su corazón, antes cálido, ahora era un paisaje desolador, estéril, donde la esperanza yacía enterrada bajo sólidas capas de escarcha, esperando el primer rayo de un sol liberador.
II
El frío es un sigilo de la muerte en reposo, un aliento gélido que embalsama los paisajes y adormece las almas.
III
Cristalina mordaza que aprisiona la esencia vital en su inmutable abrazo de hielo.
IV
Frágil susurro de un viento callado,
Ruge en la noche su eco apagado.
Ígneo el deseo de hallar el calor,
Oscura penumbra que ahoga el fervor.
Anita
I
Frío, tu soledad y la mía.
II
Frío como las aguas paradas del río.
III
Pobres de aquellos que sientan frío en el alma.
IV
Mis pies… frigopies.
Juanma García
Pasillos catedralicios, mármoles y alturas infinitas que disipan todo atisbo de calor. Allá donde Sevilla se vuelve fría. Vaho en los cristales de mi urna. Tembleques reales y santos. No cabe mejor descripción del frío. No me río.
Rey San Fernando
Las calles eran espejos helados; las miradas, cuchillos que evitaban tocarse. En la prisa por existir, olvidaron ser. Cada moneda solidaria era una rareza, como una flor en la nieve. La sociedad avanzaba, pero sus corazones quedaron atrás, enterrados en el gélido abismo de la indiferencia.
Recuerdos de aquel mendigo…
Nemesio Laverde
Nada, pasó de largo el Gordo. Ni de refilón me miró. Un frío décimo bajo el cristal de la mesa hará de las suyas, recordándome cada vez qué lo vea lo afortunada que soy. Consuelo de tontos, pero tontos con salud.
Patricia Delgado
