Cúmulo de circunstancias y de nubes del mismo nombre se acercan, se unen. Todo está preparado…
El horizonte azul que antes se veía difuso por las gaviotas, ahora se tiñe gris…
Se prevé que el frente llegue a la costa un poco antes de lo vaticinado…
No queda otra, se acabó el esconderse, afrontaremos el chaparrón, aunque no me lo merezca…
Nubes negras y venas en el cuello se confunden. Las frentes se convierten en el hábitat de unos conductos sanguíneos que nos da pie a pensar que la batalla está servida. -¿Batalla? Para guerrear hacen falta dos- Da igual, esta vez, a modo de frontón que recibe un pelotazo tras otro, uno tras otro, te toca aguantar, aguantar, respirar, respirar,…
Aguantar y respirar, grandes verbos que en épocas de vacas gordas se hacen tan fuerte que ninguna voz puede derribarlas, pero que en épocas de guerra fría, o no tan fría, pueden desembocar en aguantar hasta que no puedas más, respira hondo, acoso, ataque y derribo.
Llega el momento, la tormenta está encima. Los rayos están tan cercanos que se ven y se escuchan al unísono, el “cuerpeo” es inevitable; no hay forma humana de eludir la confrontación; tienes un límite, eres de la escuela de Job pero suspendiste un par de asignaturas por falta de paciencia. Sólo dos asignaturas te separan de la Santidad, lo que indica que estás vivo. Llevas años meditando, siendo un guerrero en la reserva, incluso con tu excedencia militar guardada en el cajón de los recuerdos de Ayfe, pero tu lóriga tiene un volumen máximo, el cual tras varios ataques exquivados, empieza a molestar. La sensación es como esa mala digestión que te oprime, no puedes respirar; te falta el aire, te falta la vida…
Y claro, como todo en esta vida, tienes un límite. Llegado este punto accedes a quitarte el botón del pantalón, y es justo el momento en que das rienda suelta a lo que llevas dentro tanto tiempo guardado. La información se hace visible, -sube el tono- enseñas dos o 3tres de tus buenas cartas, prescindes de tus cuatro primeras filas de asalto pero ves que no hay manera, la tormenta es tal que, Irene se queda en una simple llovizna primaveral. Te duele el corazón; un rayo toca de refilón a tu ser más querido, al de verdad, y es ese justo momento en el que toda la reserva se convierte en ira, todos los pajaritos que antes sobrevolaban la plácida orilla están en la barbacoa ardiendo y tu ataque es tan feroz, tan ilimitado y tan ilimitable que sólo te queda un camino: echar a volar…
Gracias a Pensadora Gaditana por cederme sus imágenes.
MoraDama says
5 septiembre, 2011 at 11:04Bonito post Guerrero!!!!
Primera palabra del post perfecta. La secuencia, acompañada por esas magníficas fotos,muy buena.
Lo único… Me han faltado unos truenos y centellas…jajajaja
Genial!!!
el filosofo says
5 septiembre, 2011 at 11:16las tormentas pueden llegar a ser positivas, siempre y cuando no haya error en el motivo de su descarga de truenos, relámpagos y agua, mucha agua!!!
Como ya te dije ayer en privado muy bien llevado la dualidad del texto…grande!
Dicen que «después de la tormenta siempre llega la calma», pero no es menos cierto que ya había calma antes de la tormenta… cosas
Melva Hernandez says
6 septiembre, 2011 at 02:31Ciertisimo Despues de la Tormenta llega la calma aunque tambien es cierto que antes de la Tormenta había calma, pero puede ser que como seres humanos teniendo calma igual hacemos una tormenta en vaso de agua o si lo ves del lado de la lluvia claro te deja mucha aguaaaa depende del lado que lo veas pero bueno Guerrero me gusta tu articulo muy bueno felicidades !!