Dicen, que cuando algo puede salir mal, sale mal. Que la miseria solo trae miseria y que la negatividad atrae todo lo que tenga a su alrededor.

Luego están las malas rachas que terminan por difuminarse. Nada dura eternamente y tampoco nadie para aguantarlo.
Hay momentos en los que solo hay de eso, palos y más palos. La cruz siempre por encima de la cara, demasiada oscuridad…
Cuando un minuto es la distancia entre el acierto y el fracaso. Cuando por ayudar y facilitar la vida a los que te rodean, tu vida se va al garete y aquello que llevabas meses esperando lo disfrutan otros mientras tú te quedas en la puerta esperando.
Momentos en los que sabes que ya no habrá otra vez, porque esa vez ya se ha ido y tu yo futuro no podrá disfrutar de aquello que no hizo tu yo pasado. Y ningún consuelo cambiará lo que has vivido o, mejor dicho, has dejado de vivir.
El coraje se convierte en rabia y la rabia en pena, en dolor y angustia.
Cuanto esto pasa, no hay más que apretar los dientes y tirar para adelante, para que tu yo futuro disfrute lo que no pudo tu yo pasado, aunque ya todo sea diferente.
Deja una respuesta