La dualidad persigue al ser humano, o quizás seamos nosotros los que ponemos todo nuestro afán en ser parte de ella.
El yin y el yang, blanco y negro, la oscuridad y la luz, pero de una misma montaña.
Cuerpo y mente, frío y calor, amor y odio, siempre presente.
Somos piezas incompletas sin nuestra otra parte dual. Hombre y mujer, viejo y nuevo.
Piezas de un rompecabezas que no se acabará nunca, porque nunca se termina de vivir, ni cuando se acaba la vida y empieza la muerte.
Y mientras, ahí estamos, buscando rivales en los opuestos que nos rodean. Enemigos que, por cualquier (sin)razón, sean diferentes, piensen diferente. Con el cartel del “conmigo o contra ellos” tatuado bien grande y a color.
Quizás, no somos realmente así y simplemente nos dejamos llevar. O probablemente necesitamos de esta droga, porque lo llevamos innato en nuestro ser.
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