En toda relación que se precie, el objetivo principal es el de convivir de la mejor de las maneras. No hacen falta alardes pero qué menos que haya cordialidad.
Como en un viejo carromato tirado por mulas, si una deja de tirar, la otra tenderá a realizar el doble de esfuerzo. Lo hará por inercia una vez, dos y hasta tres veces. Probablemente a la cuarta sea ella la que deje de tirar, forzando a la primera a sufrir lo que ella ya ha sufrido en varias ocasiones.
Si encima la primera al llegar a la cuadra se lleva doble ración de alpaca y unas cuantas caricias de su dueño, puede que esto genere mayor castigo del que ya lleva en su lomo y en sus patas a la segunda de las mulas. Y lo que es peor, que esa misma actitud proporcione mayor refuerzo a la primera que volverá a actuar como hasta entonces. Si le va así de bien, ¿para qué va a cambiar?
Pero así no acabará funcionando nada, ya que al final por una y otra parte se acabará rompiendo la relación, del ámbito que sea, porque cuando son cosas de dos, son de dos. De dos a la de una, no de dos tirando hacia caminos diferentes.

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