Mar en calma, tripulación descansando mientras el cielo se torna en ti. No puedo…
Nubosidad que acelera sin titubear y eclipsa la que era una bonita realidad.
Miro de reojo al palo mayor y nada, que no puedo…
Devaneos entre recuerdos, historias y desencuentros con encuentros y encontronazos; abordaje sin compasión, sin atisbar tu silueta en la lejanía y casi siempre por la retaguardia. Sin miramientos, sin escrúpulos, restregando tus estridencias en el menos idóneo.
Escalofríos descomponen mi ser, mi elegante y presto, aunque empequeñecido ser. Te he sentido, te he visto a mi vera, has acariciado el aldabón de la tragedia de algunos de mis compañeros más valerosos, contemplándote en ellos, sintiendo fuerte.
Convertiste en madera noble lo que más amaba; me la arrancaste de mi costilla y me la devolviste fría, con la mirada al frente borró siempre perdida. Ella marca mi destino, sin rumbo mas que el de encontrarme un día contigo y ser capaz de poder mirarte a la cara y desafiarte aun sabiendo cuál será el final.
Te quiero como te siento, amarga. Te siento como te odio. Te odio como te anhelo. Te anhelo como temo. Te temo cómo te miro y no puedo mirarte.
Serás mi última travesía mi último puerto. Te bajaré a media asta. Te esperaré en cada puesta de Sol, en cada último haz de luz. Miraré prevenido hacia atrás para que, aunque sea por primera vez, atreverme a mirarme en ti, a fijar tu rostro y que me deslumbres con tu afilada guadaña. Antes de ti, prometo agotar las existencias de mis barriles, saquear y derrochar y disfrutar de todo lo humano e inhumano.
Hasta pronto, vieja amiga.

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